Un lugar para caminar con San Pablo... para llevar a Cristo a cada persona en cada paso... un espacio para peregrinar a través de las Cartas de San Pablo, un lugar para reflexionar, compartir, y disfrutar de La Palabra a través de su gesta como el Apóstol de las Gentes. Una oportunidad más para conocer a Pablo de Tarso, misionar con él y llevar la Palabra de Jesús Resucitado.

martes, abril 27

Las Perlas de San Pablo : Les anunciamos el Evangelio con ternura de madre


Les anunciamos el Evangelio
con ternura de madre


Nuestra predicación no se inspira en el error, ni en la impureza, ni en el engaño. Al contrario, Dios nos encontró dignos de confiarnos la Buena Noticia, y nosotros la predicamos, procurando agradar no a los hombres, sino a Dios, que examina nuestros corazones. Ustedes saben –y Dios es testigo de ello – que nunca hemos tenido palabras de adulación, ni hemos buscado pretexto para ganar dinero. Tampocohemos ambicionado el reconocimiento de los hombres, ni de ustedes ni de nadie, si bien, como Apóstoles de Cristo, teníamos el derecho de hacernos valer.7 Al contrario, fuimos tan condescendientes con ustedes, como una madre que alimenta y cuida a sus hijos. Sentíamos por ustedes tanto afecto, que deseábamos entregarles, no solamente la Buena Noticia de Dios, sino también nuestra propia vida: tan queridos llegaron a sernos. (1Tesalonicenses 2,3-8)

Reflexión: Pablo recuerda las enormes dificultades de su predicación a Filipos. En Tesalónica actuó con el cariño de una madre. con desprendimiento de toda remuneración y reconocimiento, incluso legítimos, para no ser gravoso a nadie y mantener su libertad.

Consigna: En nuestra actividad evangelizadora, agradar sólo a Dios. que examina nuestros corazones.

Con los saludos y la las oraciones del P. Benito

Divúlgalo entre tus amistades

lunes, abril 26

Apóstol Por Vocación - San Pablo (Parte I)

1

«Apóstol por vocación» (Rom. 1,1)

Las palabras de Festo en He. 25,19 («un difunto llamado Jesús, de quien Pablo sostiene que está vivo») las podría haber hecho suyas el propio Pablo antes de su conversión refiriéndose a los cristianos.

En efecto, la experiencia del camino de Damasco consistió esencialmente en esto: ese Jesús a quién Pablo consideraba definitivamente muerto se le presentó repentinamente vivo y lleno de gloria («Yo soy Jesús a quién tú persigues»: He. 9,5). Pablo no le ha buscado, ni se ha preparado a este encuentro; por el contrario, ha luchado ferozmente contra los cristianos y su evangelio. Y sin embargo, el Resucitado irrumpe en su vida y Pablo queda «apresado» por Cristo Jesús (Fil. 3, 12).

Todo su ímpetu y toda su actividad evangelizadora arrancan de este hecho: él tiene conciencia clara de que no es apóstol por voluntad propia, sino «por voluntad de Dios» (1Cor.1,1; 2Cor. 1,1; Ef. 1,1). Sabe muy bien que es «llamado como apóstol» (Rom. 1,1) exactamente como lo habían sido los Doce, porque le ha llamado el mismo Jesús que les llamó a ellos; y -lo mismo que ellos- también Pablo ha sido llamado por su nombre (He. 9,4)…

El hecho de haber sido llamado «por gracia» (Gal. 1,15) no quita fuerza a esta vocación, sino todo lo contrario: pone más de relieve la iniciativa absolutamente gratuita de Dios que llama no en virtud de los méritos contraídos sino por pura benevolencia, que tiene misericordia con quien quiere (Rom. 9,15-18). De hecho Pablo no dejará de maravillarse y sorprenderse a lo largo de toda su vida de que haya sido llamado precisamente él: «a mí, que antes fui un blasfemo, un perseguidor y un insolente» (1Tim. 1,13). Toda su predicación acerca de la gracia brotará de esta experiencia primera y fundante: «Cristo Jesús vino al mundo a salvar a los pecadores, y el primero de ellos soy yo; y si encontré misericordia fue para que en mí primeramente manifestase Jesucristo toda su paciencia y sirviera de ejemplo a los que habían de creer en él» (1Tim. 1,15-16).

Y Pablo sabe que esta llamada, que tan en contra va de sus convicciones anteriores y de su conducta pasada (Gal. 1,13-14), no es algo casual, sino que hunde sus raíces en la eternidad. Tiene conciencia de que en realidad ha sido «separado» por Dios ya «desde el seno materno» (Gal. 1,15). El, tan buen conocedor de las Escrituras, podía aplicarse a sí mismo las palabras dirigidas por Yahveh al profeta Jeremías: «Antes de haberte formado yo en el seno materno, te conocía, y antes de que nacieses te tenía consagrado» (Jer. 1,5).


(Fragmento tomado de la Web.)

miércoles, abril 21

Homilía de San Juan Crisóstomo acerca de San Pablo


«Cada día se levantaba con una mayor elevación y fervor de espíritu y, frente a los peligros que lo acechaban, era cada vez mayor su empuje, como lo atestiguan sus propias palabras: «Olvidándome de lo que queda atrás y lanzándome hacía lo que está por delante...»

En medio de las asechanzas de sus enemigos, habla en tono triunfal de las victorias alcanzadas sobre los ataques de sus perseguidores y, habiendo sufrido en todas partes azotes, injurias y maldiciones, como quien vuelve victorioso de la batalla, colmado de trofeos, da gracias a Dios, diciendo: «Doy gracias a Dios, que siempre nos asocia a la victoria de Cristo». Imbuido de estos sentimientos, se lanzaba a las contradicciones e injurias, que le acarreaba su predicación, con un ardor superior al que nosotros empleamos en la consecución de los honores, deseando la muerte más que nosotros deseamos la vida, la pobreza más que nosotros la riqueza, y el trabajo mucho más que otros apetecen el descanso que lo sigue.

La única cosa que él temía era ofender a Dios; lo demás le tenía sin cuidado. Por esto mismo, lo único que deseaba era agradar siempre a Dios.

Y, lo que era para él lo más importante de todo, gozaba del amor de Cristo; con esto se consideraba el más dichoso de todos, sin esto le era indiferente asociarse a los poderosos y a los príncipes; prefería ser, con este amor, el último de todos, incluso del número de los condenados, que formar parte, sin él, de los más encumbrados y honorables.

Para él, el tormento más grande y extraordinario era el verse privado de este amor: para él, su privación significaba el infierno, el único sufrimiento, el suplicio infinito e intolerable.

Gozar del amor de Cristo representaba para él la vida, el mundo, la compañía de los ángeles, los bienes presentes y futuros, el Reino, las promesas, el conjunto de todo bien; sin este amor nada catalogaba como triste o alegre. Las cosas de este mundo no las consideraba, en sí mismas, ni duras ni suaves.

Las realidades presentes las despreciaba como hierba ya podrida. A los mismos gobernantes y al pueblo enfurecido contra él les daba el mismo valor que a un insignificante mosquito.

Consideraba como un juego de niños la muerte y la más variada clase de tormentos y suplicios, con tal de poder sufrir algo por Cristo. Pablo, encerrado en la cárcel, habitaba ya en el cielo, y recibía los azotes y heridas con un agrado superior al de los que conquistan el premio en los juegos...».
Prólogo

La tradición cristiana conoce a San Pablo como «el Apóstol», sin más. El no sólo ha vivido apasionadamente la misión que le había sido confiada, sino que en sus cartas transluce esta vivencia. Sus escritos no son asépticos e impersonales, sino que en cada línea se manifiesta el alma y el corazón del apóstol. Sus deseos y anhelos, sus luchas y fatigas, sus proyectos... están al alcance de quien lee sus cartas.

Estas páginas recogen lo que he ido entresacando a lo largo y ancho de las cartas de San Pablo, de su vivencia apostólica. Como se ve, aparece una gran riqueza de detalles, que constituye lo que podríamos denominar el testimonio apostólico de San Pablo. Seguramente él no ha pretendido reflejamente expresarlo así, pero es providencial que haya quedado plasmado por escrito, pues ha servido de orientación a los cristianos y apóstoles de todas las épocas.

También para nosotros puede ser iluminador. Ante el reto de la nueva evangelización y del tercer milenio del cristianismo que comenzamos, es necesario ante todo un nuevo ardor para que el Evangelio se difunda. Las actitudes apostólicas que San Pablo testimonia -válidas para todo apóstol, sacerdote, seglar o religioso- son básicas y esenciales; sin ellas ningún método resultará eficaz ni fructuoso.
Introducción

«La plenitud de los tiempos» (Gal. 4,4)

A San Pablo le ha tocado vivir en el momento culminante de la historia, en la plenitud de los tiempos, cuando «Dios envió a su Hijo» al mundo, «para rescatar a los que se hallaban bajo la ley y para que recibiéramos la filiación adoptiva» (Gal. 4,4-5). El momento en que, con la venida de Cristo se ha manifestado a los hombres y se ha realizado el misterio de la salvación escondido y mantenido en secreto durante siglos eternos (Rom. 16, 25-26; Ef. 3, 5-6).

Este hecho es imprescindible para entender la colosal obra misionera y apostólica de Pablo.

Pues él -como por lo demás los restantes autores del N.T.- tiene conciencia de estar en esa «plenitud de los tiempos». Con frecuencia en sus cartas le sorprendemos contraponiendo el «antes» de la venida de Cristo al «ahora» instaurado por esa misma venida. Por el hecho de que Dios nos ha reconciliado consigo por medio de Cristo, llega a afirmar: «pasó lo viejo, todo es nuevo» (2 Cor. 5,17). Pablo es consciente de que la venida de Cristo ha traído consigo toda novedad y ha desbordado toda expectativa al realizar una «nueva creación».

Cuando reflexione sobre su ministerio afirmará sin ambages que este ministerio -el suyo y el de los demás apóstoles del N. T.- supera sin comparación posible el ministerio de Moisés, el gran mediador de la antigua alianza. Los ministros de la nueva alianza están puestos al servicio de la acción del Espíritu. Como ministros del evangelio, les ha sido concedida la gracia de anunciar una Buena Noticia inmensamente gozosa y sorprendente: «el amor de Dios manifestado en Cristo» (Rom. 8, 39) que se ha entregado por cada uno (Gal. 2,20) para rescatarnos de nuestros pecados (Gal. 1,4). Al apóstol le ha sido confiado el anuncio de este acontecimiento incomparable que es portador de salvación (1 Cor. 15,1-5).

Es esto lo que espolea al apóstol: el deseo de transmitir y hacer partícipes a todos de este «tesoro» (2 Cor. 4. 7). Por eso exclamará: «Predicar el Evangelio no es para mí ningún motivo de gloria; Es más bien un deber que me incumbe. Y ¡ay de mí si no predicara el Evangelio! Si lo hiciera por propia iniciativa, ciertamente tendría derecho a una recompensa. Más si lo hago forzado, es una misión que se me ha confiado» (1Cor. 9, 16-17).

Colocado en la plenitud de los tiempos y portador de tal tesoro y de semejante novedad, Pablo se siente impelido y urgido a hacerlo llegar a todos, absolutamente a todos. Una tras otra, irán cayendo distancias, fronteras y dificultades y el Evangelio irá extendiéndose de la mano de Pablo por todo el inmenso Imperio romano como un fuego incontenible. Su única obsesión será llevar el Evangelio y el nombre de Cristo allí donde todavía no es conocido (Rom. 15,19-21; 2 Cor. 10,15-16).

lunes, abril 12

¿Cómo vencer el estres?

Dios quiere que sean “santos” - Las perlas de san Pablo Vitamina Paulina n. 41

Las perlas de san Pablo

Vitamina Paulina n. 41

Dios quiere que sean “santos”

Por lo demás, hermanos, les rogamos y les exhortamos en el Señor Jesús, que vivan conforme a lo que han aprendido de nosotros sobre la manera de comportarse para agradar a Dios… La voluntad de Dios es que sean santos, que se abstengan del pecado carnal, que cada uno sepa usar de su cuerpo con santidad y respeto, sin dejarse arrastrar por los malos deseos, como hacen los paganos que no conocen a Dios. Que nadie se atreva a perjudicar ni a dañar en esto a su hermano, porque el Señor hará justicia por todas estas cosas, como ya se lo hemos dicho y atestiguado. Dios, en efecto, no nos llamó a la impureza, sino a la santidad. Por eso, el que desprecia estas normas, no desprecia a un hombre, sino a Dios, a ese Dios que les ha dado su Espíritu Santo. (1Tesalonicenses 4,1-8)

REFLEXIÓN: “Todos en la Iglesia…son llamados a la santidad, Esta sanidad de la Iglesia se manifiesta incesantemente y se debe manifestar con los frutos de gracia que el Espíritu Santo produce en los fieles” (LG 39). Aquí Pablo indica al cristiano la necesidad de santificar su cuerpo, con el respeto que se le debe y con la práctica de la castidad”.

CONSIGNA: El Concilio, nos recuerda que todos estamos llamados a la santidad, viviendo dignamente y obrando con amor para ser testigos del Cristo Resucitado.

Con los saludos y las oraciones del P. Benito

Divúlgalo entre tus amistades

Este es..

... un espacio para peregrinar a través de las Cartas de San Pablo, un lugar para reflexionar, compartir, y disfrutar de La Palabra a través de su gesta como el Apóstol de las Gentes. Una oportunidad más para conocer a Pablo de Tarso, misionar con él y llevar la Palabra de Jesús Resucitado.