Conclusión
Pablo es el santo más humilde del mundo, pues sabe rectificar delante de todos, sabe pedir perdón y liderar desde la entrega, porque tiene autoridad cuando es necesario y llora como un niño cuando se emociona. Porque es transparente y no se esconde. Porque es tierno y firme a la vez y sobrevive a tempestades y naufragios, pero sufre como un niño cuando un amigo le falla. Pablo nos muestra tanto su debilidad como su entrega, su intolerancia primera con los cristianos como su aceptación del martirio en el momento en que Dios se lo pide.
De nuevo, aprovechemos este tiempo que nos ofrece la Iglesia de reflexión a través de la cuaresma. Para que, como pueblo de Dios, se nos caigan las escamas de nuestros ojos, se rompan los velos de todo lo que no está según la voluntad de Dios y sea ésta la nuestra. Que como María podamos decir: …hágase en mí según tu palabra…
A Pablo lo decapitan, pero murió con la cabeza bien en alto, salvando su dignidad de ser humano, ciudadano romano, judío, cristiano e hijo de Dios.
Hay muchos caminos. Todos están en la tierra. Y de Dios es la tierra y cuanto hay en ella. El camino de Saulo fue el de Damasco, persiguiendo a los cristianos. El nuestro… a saber Dios…tenemos que descubrirlo…
Autora: Maité M. Rodríguez
Colaboradora Paulina en Puerto Rico
¡Anímate, háblanos de San Pablo!
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