El ideal cristiano es ser como Jesús. Quien muere como Jesús, dando su vida por los otros, también participará con Jesús en la victoria sobre la muerte. Esto es lo que más desea Pablo. “Quiero ser semejante a Jesús en su muerte, para ver si alcanzo la resurrección de los muertos” (Flp 3,10-11; 2Cor 4,10-11). Esta experiencia de muerte y resurrección hizo de Pablo un hombre libre; venció su miedo a la muerte (Rom 6,3-7); dio sentido a su renuncia (Flp 3,7-8) y relativizó todo lo demás. Pablo ya vive el futuro: murió y ya resucitó (Ef 2,6; Col 2,12). En adelante no le importa vivir en la riqueza o en la pobreza (2Cor 6,10), tener o no tener (1Cor 7,29-31), la abundancia o las privaciones (Flp 4,11-13). Su mayor deseo es “partir y estar con Cristo” (Flp 1,23). Lo que le hace permanecer en la tierra es el servicio a los hermanos (Flp 1,24-26).
En una ocasión Fray Betto le dijo a Don Pedro Casaldáliga, ambos amenazados de muerte varias veces: ‘¿Pedro, no te parece que los dos estamos viviendo horas extras?’. Y usted, ¿cómo vive todo esto?
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