3. 10. “Fe, esperanza, amor. El mayor de los tres es el amor” (1Cor 13,13)
¿Qué es el amor? ¡La cabeza no consigue expresar lo que el corazón siente y vive! Pablo dice: “Puedo hablar todas las lenguas” (1Cor 13,1), es decir, puedo tener gran poder de comunicación y hacer el anuncio correcto de la Buena Nueva, ¡pero sin amor, nada soy! “Puedo tener el don de profecía” (1Cor 13,2), es decir, hacer grandes denuncias y animar al pueblo, ¡pero sin amor, nada soy! “Puedo tener el conocimiento de todas las materias y de toda la ciencia” (1Cor 13,2), esto es, de un gran teólogo y tener mucha conciencia crítica, ¡pero sin amor, nada soy! “Puedo tener una fe que transporte montañas” (1Cor 13,2), es decir, poseer la doctrina exacta, una fe milagrosa, ¡pero sin amor, nada soy! “Puedo distribuir mis bienes a los hambrientos” (1Cor 13,3), es decir, para los pobres y dárselo todo a ellos, ¡pero sin amor, nada soy! “Hasta puedo entregar mi cuerpo a las llamas (1Cor 13,3), es decir, ser preso y torturado, ¡pero sin amor, eso no me sirve de nada! (1Cor 13,3). Todas estas cosas, tan importantes para la vida de la persona y de la comunidad, no logran definir el amor; no se identifican con él, ni lo anotan. Apenas lo revelan. El ‘amor’ es un dar y sobrepasa todo esto. ¿Qué es el amor? Pablo no responde, pero cita al pie de la letra un canto de la comunidad, en el que ofrece una clave para que cada uno revise si en su vida existe o no ese amor. He aquí la letra del Canto:
El amor es paciente No guarda rencor
El amor es servicial No se alegra de la injusticia
No es envidioso Pero se regocija con la verdad
No se exhibe Todo lo disculpa
No se llena de orgullo Todo lo cree
No hace nada inconveniente Todo lo espera
No busca su propio interés Todo lo soporta.
No se irrita El amor jamás pasará.
(1Cor 13,4-8)
Estas son algunas de las fotografías del álbum de las cartas. Ellas dejan entrever la experiencia de Jesús que tuvo Pablo. Para Pablo, Jesús no era sólo una idea que le iluminaba, ni sólo una fuerza que le empujaba, sino ‘alguien’ muy real que le revelaba el rostro del Padre, el sentido de la vida, el valor del hermano, el proyecto de Dios, su propia misión, y que le animaba en el caminar y en la lucha con su presencia gratuita, amorosa y exigente.
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