Un lugar para caminar con San Pablo... para llevar a Cristo a cada persona en cada paso... un espacio para peregrinar a través de las Cartas de San Pablo, un lugar para reflexionar, compartir, y disfrutar de La Palabra a través de su gesta como el Apóstol de las Gentes. Una oportunidad más para conocer a Pablo de Tarso, misionar con él y llevar la Palabra de Jesús Resucitado.
martes, diciembre 23
Carta a los Gálatas: Parte II (3-4) por Rafael Sanz
Es la parte de argumentación doctrinal: Demuestra por la Escritura que es la fe, y no la ley, la que salva al hombre en el plan divino.
Pablo presenta ahora una defensa escriturística y doctrinal de su evangelio. Esta defensa contiene tres partes, en las que Pablo se refiere al reino de la fe y al reino de la libertad cristiana y los ilustra con una alegoría de un pasaje del Antiguo Testamento.
Estos capítulos 3 y 4 están dominados por la figura de Abraham y por la de Cristo, su descendente y heredero de la promesa. La argumentación de Pablo nos parece muy sutil. Se adivina que los ,judaizantes insistían en la necesidad de que los convertidos se unieran a la descendencia de Abrahán mediante la circuncisión y pertenecieran a la ciudad de Jerusalén hacia la que habrían de dirigirse los pueblos (Is 2,2-4). Con habilidad, Pablo cambia esta argumentación releyendo la Escritura a partir de Cristo, crucificado y resucitado.
El progreso de su pensamiento es así: 1) la experiencia de la espiritualidad de los gálatas: ¿de quien han recibido el Espíritu? ( 1-5); 2) La promesa hecha a Abrahán: se goza de ella por la fe, no por las obras de la ley (6-14); 3) La ley, dada posteriormente, y provisional, no anuló la promesa; lo sometió todo al pecado (15-25); 4) una doble preocupación dogmática: a) formamos uno solo en Cristo Jesús: somos la descendencia de Abrahán para quienes vale la promesa (26-29) + b) acabada la tutela de la ley, somos hijos en el Hijo, gracias al Espíritu, fruto de la promesa (4,1-7); 5) vuelta a la experiencia de los gálatas (8-20) y 6) vuelta a la Escritura: hijos de la mujer libre, los cristianos pertenecen a la Jerusalén celestial. ¡Que no caigan de nuevo en la esclavitud de la ley! (21-31)
a) el reino de la fe (3,1-29)
Pablo propone dos argumentos para explicar la sustitución de la Ley por la Fe:
1°) Es presentado en forma de tres preguntas y está tomado de la experiencia cristiana (3,1-5):
3,1 ¡Gálatas insensatos! ¿Quién os ha fascinado a vosotros, a cuyos ojos ha sido presentado Jesucristo crucificado? 2 Quiero saber de vosotros una sola cosa: ¿habéis recibido el Espíritu por las obras de la ley o por la fe en la predicación? 3 ¿Tan insensatos sois? Habiendo comenzado por el Espíritu, ¿termináis ahora en carne? 4 ¿Habéis pasado en vano por tales experiencias? ¡Pues bien en vano sería! 5 El que os otorga el Espíritu y obra milagros entre vosotros, ¿lo hace por las obras de la ley o por fe en la predicación?
2°) A partir de la Sagrada Escritura (3,6-28), en cuatro fases:
(a) la fe y la ley (6-14):
6 Así, Abrahán creyó en Dios y le fue reputado como justicia. 7 Tened, pues, entendido que los que creen, ésos son los hijos de Abrahán. 8 La Escritura, previendo que Dios justificaría a los gentiles por la fe, anunció con antelación a Abrahán esta buena nueva: En ti serán bendecidas todas las naciones. 9 Así pues, los que creen son bendecidos con Abrahán el creyente. 10 Porque todos los que viven de las obras de la ley incurren en maldición. Pues dice la Escritura: Maldito todo el que no se mantenga en la práctica de todos los preceptos escritos en el libro de la Ley. -11 Y que la ley no justifica a nadie ante Dios es cosa evidente, pues el justo vivirá por la fe; 12 pero la ley no procede de la fe, antes bien quien practique sus preceptos, vivirá por ellos.- 13 Cristo nos rescató de la maldición de la ley, haciéndose él mismo maldición por nosotros, pues dice la Escritura: Maldito el que cuelga de un madero. 14 Y esto para que la bendición de Abrahán llegara a los gentiles, en Cristo Jesús, y por la fe recibiéramos el Espíritu de la promesa.
(b) la ley no anula la Promesa (I5-18):
15 Hermanos, voy a explicarme al modo humano: aun entre los hombres, nadie anula ni añade nada a un testamento hecho en regla. 16 Pues bien, las promesas fueron hechas a Abrahán y a su descendencia. No dice: «y a los descendientes», como si fueran muchos, sino a uno solo, a tu descendencia, es decir, a Cristo. 17 Y digo yo: Un testamento ya hecho por Dios en debida forma, no puede ser anulado por la ley, que llega cuatrocientos treinta años más tarde, de tal modo que la promesa quede anulada. 18 Pues si la herencia dependiera de la ley, ya no procedería de la promesa, y sin embargo, Dios otorgó a Abrahán su favor en forma de promesa.
(c) función de la ley (19-22):
19 Entonces, ¿para qué la ley? Fue añadida en razón de las transgresiones hasta que llegase la descendencia, a quien iba destinada la promesa, promulgada por los ángeles y con la intervención de un mediador. 20 Ahora bien, cuando actúa uno solo, no hay mediador, y Dios es uno solo. 21 Según esto, ¿la ley se opone a las promesas de Dios? ¡De ningún modo! Si se nos hubiera otorgado una ley capaz de dar vida, en ese caso la justicia vendría realmente de la ley. 22 Pero la Escritura encerró todo bajo el pecado, a fin de que la promesa fuera otorgada a los creyentes mediante la fe en Jesucristo.
y (d) el advenimiento de la fe (23-29):
23 Antes de que llegara la fe, estábamos encerrados bajo la vigilancia de la ley, en espera de la fe que debía manifestarse. 24 De manera que la ley fue nuestro pedagogo hasta Cristo, para ser justificados por la fe. 25 Mas, una vez llegada la fe, ya no estamos bajo el pedagogo. 26 Pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús. 27 Los que os habéis bautizado en Cristo os habéis revestido de Cristo: 28 ya no hay judío ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer, ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. 29 Y si sois de Cristo, ya sois descendencia de Abrahán, herederos según la promesa.
b) el reino de la libertad cristiana (4,1-4,20)
La segunda parte de la defensa escriturística y doctrinal que hace Pablo de su evangelio comienza con el tercer desarrollo midráshico del relato de Abrahán (cf. 3,6.15). Para llegar a ser heredero de las promesas hechas a Abrahán no se requiere el cumplimiento de las obras de la ley, sino la fe, que hace que el hombre sea verdadero descendiente suyo. Todo esto se ilustra con ejemplos tomados de las costumbres griegas y palestinenses sobre la herencia.
4,1 Pues digo yo: Mientras el heredero es menor de edad, en nada se diferencia de un esclavo, con ser dueño de todo; 2 sino que está bajo tutores y administradores hasta el tiempo fijado por el padre. 3 De igual manera, también nosotros, mientras éramos menores de edad, éramos esclavos de los elementos del mundo. 4 Pero, al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, 5 para rescatar a los que se hallaban bajo la ley, y para que recibiéramos la condición de hijos. 6 Y, como sois hijos, Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama: ¡Abbá, Padre! 7 De modo que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero por voluntad de Dios.
8 Pero en otro tiempo, cuando no conocíais a Dios, servíais a los que en realidad no son dioses. 9 Mas, ahora que habéis conocido a Dios, o mejor, que él os ha conocido, ¿cómo retornáis a esos elementos sin fuerza ni valor, a los cuales queréis volver a servir de nuevo? 10 Observáis los días, los meses, las estaciones, los años. 11 Me hacéis temer haya sido en vano todo mi afán por vosotros.
El cambio de los gálatas.
12 Haceos como yo, pues yo me hice como vosotros. Ningún agravio me hicisteis. 13 Pero bien sabéis que una enfermedad corporal me dio ocasión para evangelizaros por primera vez; 14 y, no obstante la prueba que suponía para vosotros mi cuerpo, no me mostrasteis desprecio ni repulsa, sino que me recibisteis como a un mensajero de Dios: como a Cristo Jesús. 15 ¿Dónde está ahora el parabién que os dabais? Pues yo mismo puedo atestiguaros que os hubierais arrancado los ojos, de haber sido posible, para dármelos. 16 ¿Es que me he vuelto enemigo vuestro diciéndoos la verdad? 17 Ese interés por vosotros no es bueno; quieren alejaros de mí para que os intereséis por ellos. 18 Bien está ser objeto de interés para el bien, pero siempre, y no sólo cuando yo estoy entre vosotros. 19 ¡Hijitos míos!, por quienes sufro de nuevo dolores de parto, hasta ver a Cristo formado en vosotros. 20 Quisiera hallarme ahora en medio de vosotros para poder acomodar el tono de mi voz, pues no sé cómo habérmelas con vosotros.
c) la alegoría de Sara y Agar ilustra esta libertad (4,21-31)
Quizá el empleo de la metáfora de la madre sugirió a Pablo el cuarto de los desarrollos midráshicos del relato de Abrahán, una alegoría sobre Sara, la madre de Isaac, el verdadero heredero.
21 Decidme vosotros, los que queréis estar sometidos a la ley: ¿No oís lo que dice la ley? 22 Pues está escrito que Abrahán tuvo dos hijos: uno de la esclava y otro de la libre. 23 Pero el de la esclava nació según la naturaleza; el de la libre, en virtud de la promesa. 24 Hay en ello una alegoría: estas mujeres representan dos alianzas; la primera, la del monte Sinaí, madre de los esclavos, es Agar, 25 (pues el monte Sinaí está en Arabia) y corresponde a la Jerusalén actual, que es esclava, y lo mismo sus hijos. 26 Pero la Jerusalén de arriba es libre; ésa es nuestra madre, 27 pues dice la Escritura: Regocíjate estéril, la que no dabas hijos; rompe en gritos de júbilo, la que no conocías los dolores de parto, que más son los hijos de la abandonada que los de la casada. 28 Y vosotros, hermanos, a la manera de Isaac, sois hijos de la promesa. 29 Pero, así como entonces el nacido según la naturaleza perseguía al nacido según el Espíritu, así también ahora. 30 Pero ¿qué dice la Escritura? Despide a la esclava y a su hijo, que no herederá el hijo de la esclava junto con el hijo de la libre. 31 Así que, hermanos, no somos hijos de la esclava, sino de la libre.
(Continuará)
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