En mi último escrito manifesté que era alérgico al típico discurso teológico. Mi alergia se fundamenta en que muchos teólogos se dedican a escribir obras complejas que, por regla general, evaden las enseñanzas básicas del Evangelio. Mi apreciación en torno a los tratados de teología no es un asunto nuevo. En “La Imitación de Cristo”, por ejemplo, el autor se pregunta: “¿De qué te sirve hablar profundamente acerca de la Trinidad, si por vivir sin humildad desagradas a la misma Trinidad?” Posteriormente añade: “Puedes saber de memoria las doctrinas de todos los sabios. ¿De qué te sirve todo eso si no tiene caridad o no estás en gracia de Dios? (Libro Primero, Capítulo Primero, núm. 3)
Al leer las Cartas de San Pablo me encuentro, por un lado, con algunas manifestaciones teológicas que no escapan de lo trivial. Por otro lado, me encuentro con que San Pablo nunca olvida en sus cartas el eje de la vida cristiana. Me refiero al nuevo mandamiento dado por Jesús a sus discípulos en la Última Cena: “Los exhorto a que se amen unos a otros como yo les he amado…. En eso conocerán todos que son mis discípulos, en que se aman unos a otros.” (Evangelio según San Juan, 13, 34-35) Quizás por esta razón, empieza sus epístolas declarando: “De Pablo, … discípulo del Mesías Jesús….”. (Ver por ejemplo: Efesios 1, 1)
Al continuar el escrutinio de la Carta a los Efesios no es difícil encontrar expresiones del “Apóstol de los Gentiles” invitando a vivir por el Amor. Por ejemplo, me detengo en un texto en que San Pablo exhorta a todos “…a proceder … con toda humildad y modestia, con paciencia, soportándose unos a otros con Amor, esforzándose por mantener la unidad del espíritu con el vínculo de la paz.” (Efesios 4, 1-3) Para San Pablo, por lo tanto, ser cristiano no es asunto de llevar crucifijos colgados al cuello, llevar una Biblia en la mano, o llevar un pegadizo en el cristal trasero del vehículo de motor que informa nuestras creencias. Ser cristiano para San Pablo es vivir de una manera diferente. Y esa diferencia la hace el Amor. Porque, después de todo, la fuerza del Evangelio de Cristo radica en que se nos revela que el ser humano por el Amor tiene la capacidad de vivir al cien por ciento (100%).
Si vivimos sin Amor somos como “…niños, juguete de las olas, zarandeados por cualquier ventolera de doctrina, por el engaño de la astucia humana, por los trucos del error.” Por lo que San Pablo nos invita a vivir “…con la sinceridad del Amor, [para crecer] hasta alcanzar del todo al que es la cabeza, a Cristo. Gracias a Él, el cuerpo entero, trabado y unido por la presentación de las junturas y por el ejercicio propio de la función de cada miembro, va creciendo y construyéndose con el Amor.” (Efesios 4, 14-16) Y en ese momento, comenzamos a despojarnos del “hombre viejo” y nos revestimos del “hombre nuevo creado a imagen de Dios”. (Efesios 4, 22-24).
En todo esto hay otra enseñanza. Me refiero a que San Pablo enfatiza que el Amor no puede vivirse en soledad. ¿Cómo podemos hablar de comunidad cristiana si cada cual vive preso del individualismo? Por eso, San Pablo enfatiza que “…desechando la mentira, hablen con verdad cada cual con su prójimo, pues somos miembros los unos de los otros. Si se irritan, no pequen; no se ponga el sol mientras dura su ira, ni cedan ante las tentaciones. El que robaba, que ya no robe, sino que trabaje con sus manos, haciendo algo útil para que pueda socorrer al que tiene necesidad. No salga de sus bocas palabra ofensiva, sino una palabra buena que edifique a quien la necesite y agrade al que la escucha. … Alejen de ustedes toda amargura, pasión, cólera, gritos, insultos y cualquier tipo de maldad. Sean amables y compasivos unos con otros. Perdonen, como Dios los perdón, en atención a Cristo. (Efesios 4, 25-32)
Este reencuentro con San Pablo, que he querido evadir por tanto tiempo, se me está convirtiendo en un regreso a la esencia del cristianismo. Por lo que al releer esta Carta a los Efesios recuerdo una historia de Tony De Mello que refleja las enseñanzas de San Pablo aquí expuestas. En la historia se relata que un turista visitó cierto país. En el taxi, camino al hotel, se percató que en aquella ciudad habían muchos templos (católicos, metodistas, evangélicos, adventistas). Por lo que comentó al taxista: “Los habitantes de este país deben ser muy religiosos”. Ante ese comentario el taxista contestó: “No sé si son muy religiosos….pero me consta de que se odian los unos a los otros.” En otras palabras, el cristianismo sin Amor es otro movimiento religioso.
Será hasta la próxima.
Autor: Lic. Manuel Izquierdo
Un lugar para caminar con San Pablo... para llevar a Cristo a cada persona en cada paso... un espacio para peregrinar a través de las Cartas de San Pablo, un lugar para reflexionar, compartir, y disfrutar de La Palabra a través de su gesta como el Apóstol de las Gentes. Una oportunidad más para conocer a Pablo de Tarso, misionar con él y llevar la Palabra de Jesús Resucitado.
lunes, junio 8
Evitando un encuentro con San Pablo Parte II
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