Un lugar para caminar con San Pablo... para llevar a Cristo a cada persona en cada paso... un espacio para peregrinar a través de las Cartas de San Pablo, un lugar para reflexionar, compartir, y disfrutar de La Palabra a través de su gesta como el Apóstol de las Gentes. Una oportunidad más para conocer a Pablo de Tarso, misionar con él y llevar la Palabra de Jesús Resucitado.

jueves, julio 1

Espiritualidad del Apóstol según San Pablo : «Nos apremia el amor de Cristo» (2 Cor. 5,14) Parte 4

«Todo para todos» (1 Cor. 9,22)

La caridad y el desinterés de Pablo alcanzan otra de sus expresiones más intensas en el texto de 1 Cor. 9,19-23, sumamente revelador de su espíritu y de sus deseos.

En efecto, es significativo que en estos breves versículos aparezca cinco veces la palabra «ganar», precedida de la conjunción final: el objetivo de Pablo es ganar, ganar a los judíos, ganar a los gentiles, ganar a los que están sin ley... «ganar a los más que pueda». Pero evidentemente no se trata de una ganancia interesada, pues no pretende ganar para sí, sino a favor de los que son ganados: «para salvar a toda costa a algunos».

Toda la vida y las energías de Pablo están canalizadas hacia un único objetivo, el de manifestar y comunicar a todos los hombres el amor salvador de Dios manifestado en Cristo Jesús. A este fin subordina todo lo demás.

Para eso, dice, «me he hecho esclavo de todos». Se ha puesto al servicio de Cristo y de su Evangelio para la salvación de los hombres. Ha hipotecado su libertad personal -ya hemos visto que el término «esclavo» tenía un significado muy fuerte en la época- para llevar el amor de Dios a todos. Pues tomar en serio su labor de evangelizador significaba, en la práctica, subordinar cualquier otro interés a la tarea de la evangelización y renunciar por completo y para siempre a todo lo que pudiera servir de obstáculo en la misión de ayudar a los hombres a acoger el Evangelio. Vió muy claro que para llevar a Cristo a todos él debía ser «todo para todos». Todo para el quedaba subordinado a la obra de salvar a todos los hombres: «todo lo hago por el Evangelio».

De hecho, se hizo «judío con los judíos, para ganar a los judíos». Estaba dispuesto a soportar cualquier padecimiento personal antes que permitir el más ligero obstáculo en la conversión de sus hermanos judíos a Cristo. Prefiere renunciar al ejercicio de la libertad respecto de la Ley en atención a los hermanos a quienes se podría escandalizar (1 Cor. 8,9-13; Rom. 14,13.15. 20s). Y en todas sus relaciones con los judíos le vemos usar el mayor respeto por la observancia de la Ley (cf. He. 16,3; 18,18; 20,16; 21,21-27), aunque es consciente de que en esto no hace más que seguir el ejemplo del propio Jesús (Rom. 15,2-3. 7-8). Y cuando se pronuncie contra la Ley no irá contra los judíos o los judeo-cristianos, sino contra la porfía en seguir esas observancias como si fuesen necesarias para sus conversos gentiles, a los cuales se estorbaba seriamente su entrada en la Iglesia.

Igualmente se hizo «gentil con los gentiles». Vió con claridad que sólo el Evangelio tenía fuerza para hacer volver los hombres a Dios y renovarlos, y que la Buena Nueva podía fermentar cualquier cultura o civilización. En consecuencia, no exigía a los gentiles ninguna conducta o práctica que no brotase del mensaje cristiano en sí (cf. el caso de las carnes sacrificadas a los ídolos: 1 Cor. 8,1-6). Tenía siempre presentes a los paganos, hasta el punto de usar la lengua griega y asumir conceptos y expresiones tomadas de la filosofía griega y de las religiones mistéricas...

Y llega a hacerse incluso «débil con los débiles». Para él lo único importante era salvar «al hermano débil por quien Cristo murió» (1 Cor. 8,11), y ninguna otra consideración debía estorbar esto jamás. Para él era evidente que cualquier interés personal debía quedar subordinado al supremo propósito de Dios al enviar a su Hijo: la salvación de los hombres. Es esta la temática que subyace en 1 Cor. 8-9, aduciendo como razón de peso su testimonio personal, pues esta actitud y este modo de actuar habían llegado a formar parte de su propia vida (1 Cor. 9,4-15).

Podemos decir que esto es lo que da a Pablo autoridad para ponerse a sí mismo como modelo y pedir que le imiten (cosa que hace repetidas veces en sus cartas). Sólo quien se ha hecho previamente «todo para todos» y «esclavo de todos» puede reclamar ser imitado. Pues en definitiva no es a Pablo a quien se imita, sino a Cristo, cuya vida y actitudes se han reproducido fielmente en su apóstol (1 Cor. 11,1).

No hay comentarios:

Este es..

... un espacio para peregrinar a través de las Cartas de San Pablo, un lugar para reflexionar, compartir, y disfrutar de La Palabra a través de su gesta como el Apóstol de las Gentes. Una oportunidad más para conocer a Pablo de Tarso, misionar con él y llevar la Palabra de Jesús Resucitado.