Un lugar para caminar con San Pablo... para llevar a Cristo a cada persona en cada paso... un espacio para peregrinar a través de las Cartas de San Pablo, un lugar para reflexionar, compartir, y disfrutar de La Palabra a través de su gesta como el Apóstol de las Gentes. Una oportunidad más para conocer a Pablo de Tarso, misionar con él y llevar la Palabra de Jesús Resucitado.

martes, diciembre 7

Espiritualidad del Apóstol según San Pablo : «Colaboradores míos en Cristo Jesús» (Rom. 16,3)

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«Colaboradores míos en Cristo Jesús» (Rom. 16,3)

Colaborador de Dios (1 Cor. 3,9), Pablo busca a su vez colaboradores en la tarea evangelizadora. Escribiendo a los filipenses, da gracias a Dios «a causa de la colaboración que habéis prestado al Evangelio, desde el primer día hasta hoy» (Fil. 1,5); efectivamente, ellos le han apoyado sufriendo con él y como él por el Evangelio (Fil.1,29-30) y ayudándole en repetidas ocasiones con socorros materiales (Fil. 4,10-16).

Ciertamente hemos de borrar como falsa la imagen de un Pablo actuando individualmente y como francotirador. Ante todo, procura mantener y estrechar la comunicación con los demás apóstoles (Gal. 1,18; 2,1-10). Pero además vemos que funciona en equipo: normalmente iba acompañado por dos o tres colaboradores, tanto en sus viajes como en la predicación.

Vemos de hecho que el primer viaje (He. 13-14) lo emprende acompañado por Bernabé y Marcos. Lucas presenta en todo momento su obra como esfuerzo de grupo (He. 14,6-7). Cuando escribe las cartas 1ª y 2ª a los Tesalonicenses y la 2ª a los Corintios aparece unido a Silvano y Timoteo y las cartas son encabezadas por el equipo (1 Tes. 1,1; 2 Tes. 1,1; 2 Cor. 1,1) y la 1ª a los Corintios la escribe unido a Sóstenes (1 Cor 1,1). Continuamente se alude a la tarea evangelizadora como trabajo común: habla de «nuestro evangelio» (1 Tes. 1,5), de que «os predicamos el evangelio» (1 Tes. 2,2), de que «os hemos predicado» (2 Cor. 1,19).

Podemos asegurar que Pablo no fue nunca a misionar solo. Escogía colaboradores que servían como él a la causa del Evangelio. Además de los ya mencionados -Bernabé, Juan-Marcos, Silas o Silvano, Timoteo, Sóstenes-, encontramos otros nombres a lo largo de las cartas y del libro de los Hechos: Tito (Gal. 2,1; 2 Cor. 7,13; 8,16.23; 12,18), Lucas (Col. 4,14; Flm. 24; 2 Tim. 4,11), Aristarco (Col. 4,10; Flm. 24), Tíquico (Ef. 6,21; Col. 4,7), Apolo (He. 18,24-28; 1 Cor.16,12), Epafrodito (Fil. 2,25;4,18), Demas (Col.4,14; Flm. 24; 2 Tim. 4,10), Trófimo, Erasto, Sópatro, Epafras, Jesús el Justo, Artemas, Crescencio, Clemente...

Al obrar así Pablo imita el estilo del Maestro, que envió a los discípulos «de dos en dos» (Mc. 6,7). De este modo el grupo de apóstoles es un signo de la Iglesia, a la cual se invita a incorporarse (cf. He. 17,4: «se unieron a Pablo y Silas»). Más aún, ellos mismos pueden vivir una cierta vida comunitaria, a la vez que las cualidades de cada uno se complementan con las de los demás. Finalmente, el equipo apostólico sirve de escuela práctica de evangelización: (parece que el mismo Pablo se haya entrenado de la mano de Bernabé: cf. He. 9,27-28; 11,25-26).

Ante la vasta e ingente obra pendiente de realizar, Pablo siente la necesidad de implicar y enrolar a muchos en la tarea evangelizadora. Consciente de que «la mies es mucha y los obreros son pocos» (Lc. 10,2), procura suscitar colaboradores del Evangelio. Y cuando ve que se acerca el final de su vida, insiste en que otros después de él continúen difundiendo el Evangelio por el mundo: «cuanto me has oído en presencia de muchos testigos confíalo a hombres fieles, que sean capaces a su vez de instruir a otros» (2 Tim. 2,2).

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