Un lugar para caminar con San Pablo... para llevar a Cristo a cada persona en cada paso... un espacio para peregrinar a través de las Cartas de San Pablo, un lugar para reflexionar, compartir, y disfrutar de La Palabra a través de su gesta como el Apóstol de las Gentes. Una oportunidad más para conocer a Pablo de Tarso, misionar con él y llevar la Palabra de Jesús Resucitado.

martes, noviembre 15

Adviento con San Pablo

Recursos para vivir el Adviento

por Jorge A. Blanco


Hemos comenzado a transitar el Adviento: un tiempo litúrgico no siempre valorado por nosotros, en el cual, la Iglesia, nos invita a prepararnos de manera especial para la llegada de Jesús, viviendo este tiempo litúrgico fuerte, despiertos y atentos a la espera del Salvador.

Por lo tanto, estas cuatro semanas, que anteceden a la Navidad, serán un período propicio para revisar nuestra vida cristiana y disponernos a celebrar el Nacimiento del Hijo de Dios que viene a salvarnos, con esperanza y alegría.

Para continuar con nuestra reflexión personal y grupal, hoy les propongo la lectura de un cuento que, seguramente, nos ayudará a evaluar si estamos verdaderamente atentos a la llegada del Mesías:

Permítanme contarles, de memoria, una leyenda que leí una vez en Louis Veuillot. Pueden encontrarla también, como yo, divertida y sugestiva.

Había un monje viejo, víctima de una invencible inclinación al sueño. ¿Sería una enfermedad o solo pereza? No lo sabemos, pero sucedía que, nueve de cada diez veces, el infeliz seguía durmiendo después de que la comunidad se levantaba a las cinco de la mañana.

Sin embargo, la naturaleza que lo había hecho tan dormilón lo hizo también excelente mecánico. Sin estudios, sin ninguna noción de matemáticas, a fuerza de reflexión y de trabajo, terminó fabricando un reloj perfecto.

A la campanilla normal, le agregó un carillón, que concluyó en un fracaso. Persistente, el viejo monje agregó, al carillón, un mirlo, un gallo y un tambor. A la hora exacta, todos los mecanismos se pusieron en movimiento, y el monje saltaba de la cama.

Pasado un tiempo, al llegar a las cinco de la mañana, el carillón funcionaba, el mirlo silbaba, el gallo cantaba, el tambor sonaba… y el monje roncaba. Era preciso, costase lo que costase, remediar el escándalo. El religioso se sentía culpable y, como mecánico, humillado. Parecía que el diablo se mofaba de uno y de otro.

Entonces, el pobre monje inventó un estrado que, a la hora señalada, debía desarmarse debajo de el. Estaba con esos proyectos somnicidas, cuando sintió que se iba a dormir para siempre.

¿Dormir? De ninguna manera. El fervoroso monje no pensaba así. A pesar de su pecado de pereza, lleno de confianza en la misericordia de Dios, exclamó:

“¡Por fin! ¡Estoy despertando!”. Despertó, realmente, a la felicidad eterna. Dichoso ese monje.

(Tomado de Marcel-Desmarais-Barbosa, Optimismo 1, Ediciones Paulinas, 1981).

Para la reflexión personal y grupal:

-Definamos cómo nos imaginamos al monje del cuento, a partir de lo que el relato nos describe acerca de él.

-¿Qué opinión nos merece lo sucedido a este pobre monje? ¿Por qué creemos que tuvo ese final? ¿Cuál era su principal defecto y cuáles la causas y remedios empleados para contrarrestar tal situación?

-Precisemos qué significa, para cada uno de nosotros, estar “despiertos y atentos” a la venida del Salvador.

-¿Qué situaciones, razones, motivos de nuestra vida cotidiana nos “duermen”, “distraen” y “alejan” de Jesús? ¿Por qué ocurre esto? ¿En qué o quiénes acostumbramos a poner nuestra atención?

-¿Qué sabemos acerca del Adviento? Ensayemos alguna respuesta basada en nuestra experiencia personal.

-¿De qué manera nos vamos a preparar, personal y grupalmente, para vivir este tiempo de preparación a la Navidad y salir al encuentro del Dios que viene? ¿A través de qué gestos, acciones, disposiciones podemos anunciarlo en nuestra comunidad, barrio, ciudad, etc.?

Para profundizar nuestra reflexión:

Queridos hermanos y hermanas:

“Anunciad a todos los pueblos y decidles: Mirad, Dios viene, nuestro Salvador". Al inicio de un nuevo ciclo anual, la liturgia invita a la Iglesia a renovar su anuncio a todos los pueblos y lo resume en dos palabras: "Dios viene". Esta expresión tan sintética contiene una fuerza de sugestión siempre nueva.

Detengámonos un momento a reflexionar: no usa el pasado −Dios ha venido− ni el futuro −Dios vendrá−, sino el presente: “Dios viene". Como podemos comprobar, se trata de un presente continuo, es decir, de una acción que se realiza siempre: está ocurriendo, ocurre ahora y ocurrirá también en el futuro. En todo momento "Dios viene".

El verbo "venir" se presenta como un verbo "teológico", incluso "teologal", porque dice algo que atañe a la naturaleza misma de Dios. Por tanto, anunciar que "Dios viene" significa anunciar simplemente a Dios mismo, a través de uno de sus rasgos esenciales y característicos: es el Dios-que-viene.

El Adviento invita a los creyentes a tomar conciencia de esta verdad y a actuar coherentemente. Resuena como un llamamiento saludable que se repite con el paso de los días, de las semanas, de los meses: Despierta. Recuerda que Dios viene. No ayer, no mañana, sino hoy, ahora. El único verdadero Dios, "el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob" no es un Dios que está en el cielo, desinteresándose de nosotros y de nuestra historia, sino que es el Dios-que-viene.

Es un Padre que nunca deja de pensar en nosotros y, respetando totalmente nuestra libertad, desea encontrarse con nosotros y visitarnos; quiere venir, vivir en medio de nosotros, permanecer en nosotros. Viene porque desea liberarnos del mal y de la muerte, de todo lo que impide nuestra verdadera felicidad, Dios viene a salvarnos.

Para la venida de Cristo, que podríamos llamar "encarnación espiritual", el arquetipo siempre es María. Como la Virgen Madre llevó en su corazón al Verbo hecho carne, así cada una de las almas y toda la Iglesia están llamadas, en su peregrinación terrena, a esperar a Cristo que viene, y a acogerlo con fe y amor siempre renovados.

Así, la Liturgia del Adviento pone de relieve que la Iglesia da voz a esa espera de Dios profundamente inscrita en la historia de la humanidad, una espera, a menudo, sofocada y desviada hacia direcciones equivocadas. La Iglesia, cuerpo místicamente unido a Cristo cabeza, es sacramento, es decir, signo e instrumento eficaz también de esta espera de Dios.

De una forma que sólo él conoce, la comunidad cristiana puede apresurar la venida final, ayudando a la humanidad a salir al encuentro del Señor que viene. Y lo hace ante todo, pero no sólo, con la oración. Las "obras buenas" son esenciales e inseparables de la oración, como recuerda la oración de este primer domingo de Adviento, con la que pedimos al Padre celestial que suscite en nosotros "el deseo de salir al encuentro de Cristo, que viene, acompañados por las buenas obras".

Desde esta perspectiva, el Adviento es un tiempo muy apto para vivirlo en comunión con todos los que esperan en un mundo más justo y más fraterno, y que gracias a Dios son numerosos. En este compromiso por la justicia pueden unirse de algún modo hombres de cualquier nacionalidad y cultura, creyentes y no creyentes, pues todos albergan el mismo anhelo, aunque con motivaciones distintas, de un futuro de justicia y de paz.

Comencemos este nuevo Adviento −tiempo que nos regala el Señor del tiempo− despertando en nuestros corazones la espera del Dios-que-viene y la esperanza de que su nombre sea santificado, de que venga su reino de justicia y de paz, y de que se haga su voluntad en la tierra como en el cielo.

En esta espera, dejémonos guiar por la Virgen María, Madre del Dios-que-viene, Madre de la esperanza, a quien celebraremos dentro de unos días como Inmaculada. Que ella nos obtenga la gracia de ser santos e inmaculados en el amor cuando tenga lugar la venida de nuestro Señor Jesucristo, el cual, con el Padre y el Espíritu Santo, sea alabanza y gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Benedicto XVI, extracto de la Homilía de las primeras vísperas del I Domingo de Adviento, 2/12/2006, texto completo en http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/homilies/2006/documents/hf_ben-xvi_hom_20061202_i-vespri-avvento_sp.html)

Para rezar:

¡Despertemos, llega Cristo!

¡Ven, Señor!

¡Acudamos a su encuentro!

¡Ven, Señor!

La Iglesia espera tu venida,

¡ven, Señor!

y llena de alegría canta,

¡ven, Señor!

Palabra eterna y creadora,

¡ven, Señor!

a renovar todas las cosas,

¡ven, Señor!

Imagen de la luz eterna,

¡ven, Señor!

a iluminar nuestras tinieblas,

¡ven, Señor!

Verdad y vida encarnada,

¡ven, Señor!

a responder a nuestras ansias,

¡ven, Señor!

Pastor y Rey de nuestro pueblo,

¡ven, Señor!

a conducirnos a tu Reino,

¡ven, Señor!

(Osvaldo Catena)

Este es..

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