Un lugar para caminar con San Pablo... para llevar a Cristo a cada persona en cada paso... un espacio para peregrinar a través de las Cartas de San Pablo, un lugar para reflexionar, compartir, y disfrutar de La Palabra a través de su gesta como el Apóstol de las Gentes. Una oportunidad más para conocer a Pablo de Tarso, misionar con él y llevar la Palabra de Jesús Resucitado.

lunes, junio 22

Evitando un Encuentro Con San Pablo (Parte IV-Carta a los Romanos)

Hago la lectura de la Carta de San Pablo a los Romanos. Los primeros capítulos de la Carta se me hacen interminables y complicados. ¿Por qué? Porque San Pablo entra en un debate dogmático con sus hermanos del pueblo de Israel. Los israelitas, por razones obvias, miraban con sospecha que los paganos se convirtieran al cristianismo sin pasar por el cedazo de las leyes mosaicas. Ante dichos reparos, San Pablo recurre a la figura de Abrahán para concluir que: “[n]o por la ley [mosaica] le prometieron a Abrahán o su linaje que heredarían el mundo…”. (Romanos 5, 13)

¿Cuál es la importancia de ese debate para nosotros? De entrada, cabe señalar que ninguna. Después de todo, nuestras comunidades no están divididas entre israelitas y paganos. Pienso, sin embargo, que esa conclusión es muy superficial.

Por lo tanto, nuevamente leo la Carta a los Romanos. Me percato que quizás esos primeros capítulos tienen un doble mensaje. El primer mensaje retrata una figura bastante clara del Apóstol de los Gentiles. ¿A qué me refiero? Pablo Tarso es un demoledor de toda muralla levantada por el ser humano que pretende encerrar a Dios en un marco de ideas preconcebidas y limitadas. Su exposición, pues, nos revela que nuestro Dios es el Dios de la Historia y de la Vida. Un Dios que trasciende la actitud mezquina de querer tener a Dios sujeto a nuestros caprichos. Un Dios que abraza y que no excluye.

El segundo mensaje lo encuentro imaginando la escena del momento en que se redactó esta Carta a Los Romanos. Al respecto, me surgen inmediatamente varias preguntas: ¿Quién llevó esa carta a Roma? ¿Había algún riesgo al transportarla? ¿Estaban las autoridades romanas atentas a las expresiones de Pablo de Tarso? Dichas autoridades gubernamentales ¿censuraban cualquier mensaje escrito que atentara contra la estabilidad del Imperio Romano? Y es que quizás en la Carta a los Romanos, San Pablo parece escribir los primeros capítulos tratando esconder su mensaje principal. ¿Un método idóneo para confundir a un censor imperial y evitar que se suprimiera la carta? Y viene a mi mente la parábola de Jesús de Nazareth: “El Reino de Dios se parece a un tesoro escondido en un campo..” (Mateo 13, 44-46)

Ese tesoro escondido de la Carta a los Romanos lo encontramos en el capítulo doce. Allí San Pablo nos habla de la esencia de la vida del cristiano: El Amor. Por razón del nuevo mandamiento dado por Jesús, San Pablo nos presenta un itinerario para la vida. Al respecto nos dice que: [e]l amor sea sin fingir: detestando el mal y adheridos al bien. El amor fraterno sea afectuoso, estimando en más a los otros. Con celo incansable sirvan al Señor. Vivan alegres en la esperanza, sean pacientes en el sufrimiento, persistentes en la oración; solidarios de los consagrados en sus necesidades, practicando la hospitalidad. Bendigan a los que los persiguen, bendigan y no maldigan. Con los alegres, estén alegres, con los que lloran, lloren. Vivan en mutua concordia. No aspiren a grandezas, antes sean humildes. No se tengan por sabios. A nadie devuelvan mal por mal, tengan como meta hacer el bien. En lo posible, tengan paz con todos. (Romanos 12, 9-18) Me pregunto si los cristianos revisamos de tiempo en tiempo dicho itinerario y lo aplicamos al diario vivir.

Posteriormente, San Pablo concluirá sus enseñanzas con una línea magistral. En las palabras del Apóstol de los Gentiles: “De hecho, el no cometerás adulterio, no matarás, no robarás, no codiciarás y cualquier otro precepto, se resume en éste: Amarás al prójimo como a ti mismo. Quien ama no hace mal al prójimo, por eso el amor es el cumplimiento cabal de la ley. (Romanos 13, 9-10)

San Pablo, pues, nos revela su gran tesoro. Y ese tesoro es que por el Amor somos. Por el Amor nos liberamos de todo aquello que nos puede atar y podemos alcanzar la plenitud. Por eso San Pablo es capaz de decir: “¿Quién nos apartará del Amor de Cristo? ¿tribulación, angustia, persecución, hambre, desnudez, peligro, espada? …En todas esas circunstancias vencemos fácilmente gracias al que nos amó.

Será hasta la próxima.

Autor: Lcdo. Manuel Izquierdo


Para sus comentarios, preguntas y críticas pueden escribirme a: manoloe@prtc.net

lunes, junio 15

Evitando un Encuentro con San Pablo (Parte III-Tomando el Toro por los Cuernos)

La Iglesia nos invita a leer la biografía de los santos. Con ello pretende enseñarnos que es posible vivir por el Amor. De esta forma, los santos se convierten en nuestros mejores compañeros cuando decidimos emprender el camino cristiano.

Ahora bien, todo biógrafo corre el riesgo de mutilar la historia personal de cualquier santo. No digo que sea un acto intencional. Se trata de una mutilación que se fundamenta en una buena intención. El resultado final, sin embargo, es inevitable. Porque en el proceso de destacar la vida de un ser humano, por regla general, se comete el error de enfatizar sus aciertos y esconder sus desaciertos. Luis Espinal, por tal razón, oraba a Jesús en sus Oraciones a Quemarropa diciendo: “Nos pareces demasiado adusto en tus santos; te preferimos a Ti, con una cruz caliente de sangre y Amor. … Jesucristo, tal vez nos sobre presunción, pero nos asquean ciertas palabras: ‘perfección’, ‘virtudes’, ‘santidad’. Palabras de autopsia, estructuras que ocultan la vida, Tu vida. Líbranos del riesgo de volverte a desencarnar.”

Me pregunto, por lo tanto, si San Pablo no habrá sido otra víctima de una mutilación biográfica. La respuesta es obvia. Después de todo, Pablo de Tarso era tan humano como nosotros. Un hombre con defectos y virtudes, logros y fracasos, avances y retrocesos. ¿No ocurre lo mismo con San Pedro? Todos conocemos al San Pedro de los Evangelios. Todos sabemos de sus contradicciones y tropiezos. Cuando Jesús lo invita a caminar sobre las aguas, Pedro se hunde. Jesús le llama "hombre de poca fe". Cuando Jesús habla de la misericordia, Pedro intenta limitar el número de veces que hay que perdonar. Jesús le contesta: "No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete”. Cuando el Maestro lava los pies a sus discípulos, Pedro se niega a participar. A renglón seguido Jesús le dice: "Si no te lavo, no tienes parte conmigo". Cuando Jesús habla del Mandamiento del Amor, Pedro interviene y confiesa a Jesús que estaría dispuesto a dar la vida por él. Jesús le contesta: "¿Que darás tu vida por mí? En verdad te digo: no cantará el gallo antes que tú me hayas negado tres veces". Jesús, sin embargo, llama a Pedro para decirle: "Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia".

Lo dicho hasta ahora me sirve de preámbulo para entrar a la parte final de la Carta de los Efesios. Allí San Pablo recurre a dos planteamientos que provocan cierto rechazo entre sus lectores.

El primer planteamiento es uno que provoca una sonrisa de satisfacción entre los caballeros de mi parroquia y, al mismo tiempo, dibuja un rostro serio entre las damas. ¿A cuál planteamiento me refiero? Aquel en que San Pablo señala que las mujeres tienen que estar sometidas a sus maridos en todo. (Efesios 5, 24).

Ante este tipo de expresión, se puede recurrir a una evasión del tema alegando que San Pablo nunca escribió esa carta. Luis Alonso Schokel, por ejemplo, señala que los estudiosos de las cartas paulinas han llegado a la conclusión que la misma fue escrita por un discípulo de San Pablo. ¿No es ese señalamiento de Schokel un acto solapado de mutilación en torno a la vida de San Pablo? Es obvio, que San Pablo era hijo de su época y de su raza. Por lo que, no debe extrañarnos su posición en torno a la relación matrimonial. Pienso, sin embargo, que esa postura no lo priva de su grandeza como Apóstol de los Gentiles.

Ahora bien, no debemos pasar por alto el mensaje que San Pablo da a los hombres en el mismo capítulo. Allí San Pablo señala: “Así tienen los maridos que amar a sus mujeres, como a su cuerpo. Quien ama a su mujer se ama a sí; nadie ha odiado nunca su cuerpo, antes lo alimenta y cuida, como Cristo a la Iglesia, ya que somos miembros de su cuerpo. Por eso abandonará el hombre a su padre y su madre, se pegará a su mujer, y serán los dos una sola carne. (Efesios 5, 28-30) En una sociedad en que la violencia doméstica es un problema serio, este texto de San Pablo sugiere un cambio de perspectiva para romper definitivamente con los esquemas machistas.

El segundo planteamiento que hace San Pablo al final de la Carta a los Efesios es en tono a la esclavitud. (Efesios 6, 1-9) Aunque San Pablo no refrenda la esclavitud directamente, pide a los esclavos que obedezcan a sus amos. Es lógico pensar que los primeros discípulos de Jesús no estaban interesados en promover un cambio político radical en las nuevas comunidades cristianas. Esa lógica, sin embargo, no es suficiente para lograr que la figura de San Pablo quede inmaculada. Y, después de todo, no es eso lo que pretendemos con estos ensayos.

El planteamiento en torno a la esclavitud que hace San Pablo nos da una gran lección. Me refiero a que, por momentos, los navegantes de la Barca de la Iglesia pierden el rumbo. Quizás porque no pueden mirar las estrellas. Quizás porque los ha sorprendido una tempestad. ¿Un recordatorio de nuestra pobreza? Y en esos momentos de tormenta y obscuridad aparece el Maestro para calmar la tempestad y fijar nuevamente el rumbo. (CF. Mateo 8, 25-26)

Por lo que al concluir esta Carta a los Efesios veo a San Pablo vestido con la armadura de Dios (Efesios 6, 11) y, al mismo tiempo, me percato de su fibra humana. Es desde esa fibra humana que los santos se hacen santos. Después de todo, Dios, “ha elegido a los débiles del mundo para humillar a los fuertes, los plebeyos y despreciados del mundo ha elegido Dios, a los que nada son, para anular a los que son algo”. (1 Corintios 1, 27-28)

En la próxima ocasión empezaré a revisar la Carta a los Romanos.


Por: Lic. Manuel Izquierdo

Abogado y Colaborador Paulino

sábado, junio 13

Vitaminas del Año Paulino n. 10: Libres para servir con amor

Libres para servir con amor

Ustedes, hermanos, han sido llamados para vivir en libertad, pero procuren que esta libertad no sea un pretexto para satisfacer los deseos carnales: háganse más bien servidores los unos de los otros, por medio del amor.

Porque toda la Ley está resumida plenamente en este precepto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Pero si ustedes se están mordiendo y devorando mutuamente, tengan cuidado porque terminarán destruyéndose los unos a los otros. (Gálatas 5,13-16)

Reflexión: Cristo nos ha liberado para vivir en libertad y amarnos, sirviéndonos mutuamente, y no - como ironiza san Pablo - para destrozarnos como perros.

Consigna: Madre Teresa, a ejemplo de san Pablo, nos indica como amar y servir al hermano hasta que duela.

Con los saludos y las oraciones del P. Benito

Divúlgalo entre tus amistades

lunes, junio 8

Pablo: Su vida y sus comunidades

Evitando un encuentro con San Pablo Parte II

En mi último escrito manifesté que era alérgico al típico discurso teológico. Mi alergia se fundamenta en que muchos teólogos se dedican a escribir obras complejas que, por regla general, evaden las enseñanzas básicas del Evangelio. Mi apreciación en torno a los tratados de teología no es un asunto nuevo. En “La Imitación de Cristo”, por ejemplo, el autor se pregunta: “¿De qué te sirve hablar profundamente acerca de la Trinidad, si por vivir sin humildad desagradas a la misma Trinidad?” Posteriormente añade: “Puedes saber de memoria las doctrinas de todos los sabios. ¿De qué te sirve todo eso si no tiene caridad o no estás en gracia de Dios? (Libro Primero, Capítulo Primero, núm. 3)



Al leer las Cartas de San Pablo me encuentro, por un lado, con algunas manifestaciones teológicas que no escapan de lo trivial. Por otro lado, me encuentro con que San Pablo nunca olvida en sus cartas el eje de la vida cristiana. Me refiero al nuevo mandamiento dado por Jesús a sus discípulos en la Última Cena: “Los exhorto a que se amen unos a otros como yo les he amado…. En eso conocerán todos que son mis discípulos, en que se aman unos a otros.” (Evangelio según San Juan, 13, 34-35) Quizás por esta razón, empieza sus epístolas declarando: “De Pablo, … discípulo del Mesías Jesús….”. (Ver por ejemplo: Efesios 1, 1)



Al continuar el escrutinio de la Carta a los Efesios no es difícil encontrar expresiones del “Apóstol de los Gentiles” invitando a vivir por el Amor. Por ejemplo, me detengo en un texto en que San Pablo exhorta a todos “…a proceder … con toda humildad y modestia, con paciencia, soportándose unos a otros con Amor, esforzándose por mantener la unidad del espíritu con el vínculo de la paz.” (Efesios 4, 1-3) Para San Pablo, por lo tanto, ser cristiano no es asunto de llevar crucifijos colgados al cuello, llevar una Biblia en la mano, o llevar un pegadizo en el cristal trasero del vehículo de motor que informa nuestras creencias. Ser cristiano para San Pablo es vivir de una manera diferente. Y esa diferencia la hace el Amor. Porque, después de todo, la fuerza del Evangelio de Cristo radica en que se nos revela que el ser humano por el Amor tiene la capacidad de vivir al cien por ciento (100%).



Si vivimos sin Amor somos como “…niños, juguete de las olas, zarandeados por cualquier ventolera de doctrina, por el engaño de la astucia humana, por los trucos del error.” Por lo que San Pablo nos invita a vivir “…con la sinceridad del Amor, [para crecer] hasta alcanzar del todo al que es la cabeza, a Cristo. Gracias a Él, el cuerpo entero, trabado y unido por la presentación de las junturas y por el ejercicio propio de la función de cada miembro, va creciendo y construyéndose con el Amor.” (Efesios 4, 14-16) Y en ese momento, comenzamos a despojarnos del “hombre viejo” y nos revestimos del “hombre nuevo creado a imagen de Dios”. (Efesios 4, 22-24).



En todo esto hay otra enseñanza. Me refiero a que San Pablo enfatiza que el Amor no puede vivirse en soledad. ¿Cómo podemos hablar de comunidad cristiana si cada cual vive preso del individualismo? Por eso, San Pablo enfatiza que “…desechando la mentira, hablen con verdad cada cual con su prójimo, pues somos miembros los unos de los otros. Si se irritan, no pequen; no se ponga el sol mientras dura su ira, ni cedan ante las tentaciones. El que robaba, que ya no robe, sino que trabaje con sus manos, haciendo algo útil para que pueda socorrer al que tiene necesidad. No salga de sus bocas palabra ofensiva, sino una palabra buena que edifique a quien la necesite y agrade al que la escucha. … Alejen de ustedes toda amargura, pasión, cólera, gritos, insultos y cualquier tipo de maldad. Sean amables y compasivos unos con otros. Perdonen, como Dios los perdón, en atención a Cristo. (Efesios 4, 25-32)



Este reencuentro con San Pablo, que he querido evadir por tanto tiempo, se me está convirtiendo en un regreso a la esencia del cristianismo. Por lo que al releer esta Carta a los Efesios recuerdo una historia de Tony De Mello que refleja las enseñanzas de San Pablo aquí expuestas. En la historia se relata que un turista visitó cierto país. En el taxi, camino al hotel, se percató que en aquella ciudad habían muchos templos (católicos, metodistas, evangélicos, adventistas). Por lo que comentó al taxista: “Los habitantes de este país deben ser muy religiosos”. Ante ese comentario el taxista contestó: “No sé si son muy religiosos….pero me consta de que se odian los unos a los otros.” En otras palabras, el cristianismo sin Amor es otro movimiento religioso.



Será hasta la próxima.


Autor: Lic. Manuel Izquierdo

jueves, junio 4

Evitando un encuentro con San Pablo

Confieso que San Pablo no es mi santo favorito. Leo los textos de sus cartas y me pregunto: ¿por qué San Pablo sigue cautivando a sus lectores? Tengo otras confesión que hacer. Soy alérgico a la teología. Y no hay duda que las cartas de San Pablo están cargadas del típico debate teológico. Por eso, quizás he intentado alejarme instintivamente de las cartas paulinas.

Quiero, sin embargo, pensar que con las cartas de San Pablo nos ocurre lo mismo que con los Salmos. Me explico. Al recitarlos por primera vez parece que nos movemos por un callejón sin salida. Ahora bien, con el tiempo nos vamos dando cuenta que Cristo se nos hace presente en los salmos recitados. Se nos hace presente como lo hizo ante sus discípulos en el camino hacia Emaús. Se nos hace presente como lo hizo ante Saulo rumbo a Damasco.

Regreso, pues, a las Cartas de San Pablo. Quizás esta vez, mi lectura descubra algo omitido en el pasado.

Reviso los primeros capítulos de la Carta a los Efesios. ¿Por qué la Carta a los Efesios? Un simple capricho. Empiezo a leer. Inmediatamente, San Pablo hace una revelación contundente. “En Cristo, Dios nos eligió desde antes de la creación del mundo, para andar en el Amor y estar en su presencia….”. (1,4) Es obvio que San Pablo ha tenido una experiencia fuerte del Amor de Dios. Rumbo a Damasco, movido por el odio y la violencia, cayó al suelo. Una Luz le cambió el rumbo. Se me antoja pensar, de manera preliminar, que las cartas paulinas quizás son un mapa que nos lleva al encuentro del “gran tesoro” del cual nos hablan los Evangelios. Un mapa que nos marca un nuevo camino.

Regreso a la Carta a los Efesios. “…Dios, que es rico en misericordia, nos manifestó su inmenso Amor, y a los que estábamos muertos por nuestras faltas, nos dio vida con Cristo.” (2,4-5). No hay duda que San Pablo ha logrado identificar el latido del corazón de Dios en la historia de la humanidad. Y de ese latido sólo emana un sonido de Amor. Sus cartas, repito, comienzan a convertirse en un mapa detallado que indica un camino.

Leo otros párrafos de la Carta a los Efesios. San Pablo retoma su exposición en torno al tema de los gentiles en la Iglesia . ¿Otro tratado de teología?

De forma repentina, sin embargo, San Pablo abandona dicha exposición. Se detiene para hacer una hermosa Oración al Padre. “Que él se digne, según la riqueza de su Gloria, fortalecer en ustedes, por su Espíritu, el hombre interior. Que Cristo habite en sus corazones por la fe. Que estén enraizados y cimentados en el Amor. Que sean capaces de comprender, con todos los creyentes, la anchura, la longitud, la altura y la profundidad, en una palabra, que conozcan más allá del conocimiento, que es el Amor de Cristo. Y, en fin, que queden colmados hasta recibir toda la plenitud de Dios” (3, 16-19).

El Amor vuelve a ser el eje de este texto. Hay, sin embargo, una ingrediente adicional. Me llama la atención la palabra “plenitud”. Amor y plenitud. Dos palabras que quizás me dan la clave de lo que estoy buscando. Lo resumo de la siguiente forma: En el Amor, el ser humano alcanza toda su plenitud. En otras palabras, vivir sin Amor es una pérdida de tiempo.

Aquí termino mis primeras reflexiones de este encuentro con San Pablo que he querido evitar por tanto tiempo. No quiero cantar victoria. Me quedan muchas cartas por leer.


Por: Lic. Manuel Izquierdo Encarnación
Colaborador y Vecino de Paulinas en Puerto Rico

martes, junio 2

Las perlas de San Pablo


San Pablo,

modelo de trabajador

Les ordenamos, hermanos, en nombre de nuestro Señor Jesucristo, que se aparten de todo hermano que lleve una vida ociosa, contrariamente a la enseñanza que recibieron de nosotros. Porque ustedes ya saben cómo deben seguir nuestro ejemplo. Cuando estábamos entre ustedes, no vivíamos como holgazanes y nadie nos regalaba el pan que comíamos. Al contrario, trabajábamos duramente, día y noche, hasta cansarnos, con tal de no ser una carga para ninguno de ustedes. (2Tesalonicenses 3.6-9)

Reflexión: Pablo desde chico fue iniciado en un trajo manual de “tejedor de carpas, y trabajó durante toda sus vida, para ganarse el sustento, dando un ejemplo de comportamiento cristiano y cívico. Por eso arremete contra los ociosos.

Consigna: En un tiempo de crisis como el actual, tomar conciencia del propio trabajo: mimarlo, conservarlo, ampliarlo y mejorarlo, en bien de la familia y de la sociedad..

Con los saludos y las oraciones del P. Benito

Divúlgalo entre tus amistades

lunes, junio 1

Vida según EL Espíritu

Yo los exhorto a que se dejen conducir por el Espíritu de Dios, y así no serán arrastrados por los deseos de la carne. Se sabe muy bien cuáles son las obras de la carne: fornicación, impureza y libertinaje, idolatría y superstición, enemistades y peleas…Los que hacen estas cosas no poseerán el Reino de Dios.

Por el contrario, el fruto del Espíritu es: amor, alegría y paz, magnanimidad, afabilidad, bondad y confianza, mansedumbre y temperancia.

Frente a estas cosas, la Ley está de más… Si vivimos animados por el Espíritu, dejémonos conducir también por él. (Gálatas 5,16-25)

Reflexión: “La lucha de las “obras de la carne” contra el Espíritu no termina nunca. San Pablo nos descubre que venceremos si nos dejamos guiar filialmente por el Espíritu”

Consigna: Dejarse llevar por la sabiduría del Espíritu para renovar el mundo.

Con lo saludos y las oraciones del P. Benito

Divúlgalo entre tus amistades

Este es..

... un espacio para peregrinar a través de las Cartas de San Pablo, un lugar para reflexionar, compartir, y disfrutar de La Palabra a través de su gesta como el Apóstol de las Gentes. Una oportunidad más para conocer a Pablo de Tarso, misionar con él y llevar la Palabra de Jesús Resucitado.