Un lugar para caminar con San Pablo... para llevar a Cristo a cada persona en cada paso... un espacio para peregrinar a través de las Cartas de San Pablo, un lugar para reflexionar, compartir, y disfrutar de La Palabra a través de su gesta como el Apóstol de las Gentes. Una oportunidad más para conocer a Pablo de Tarso, misionar con él y llevar la Palabra de Jesús Resucitado.

viernes, noviembre 28

Jesús, nacido de una Mujer, sujeto a la Ley

Éste es el único texto de Pablo, alusivo a María, de la cual ha nacido Jesús. Pablo lo hace para recordarnos que habiéndose Jesús encarnado históricamente, pudimos recibr la adopción de hijos.


“Así también nosotros, cuando éramos menores de edad, estábamos sometidos a los elementos del mundo.


Pero cuando se cumplió el tiempo establecido, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer y sujeto a la Ley, para redimir a los que estaban sometidos a la Ley y hacernos hijos adoptivos.

Y la prueba de que ustedes son hijos, es que Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama a Dios llamándolo: ¡Abbá!, es decir, ¡Padre! Así, ya no eres más esclavo, sino hijo, y por lo tanto, heredero por la gracia de Dios”. (Gálatas 4,3-7)

Con los saludos y oraciones del P. Benito


Consigna: Me iré familiarizando con el Padre Dios, rezando con cariño el “Padre nuestro”

Divúlgalo entre amigos

lunes, noviembre 24

SAN PABLO: UNA ESTRELLA POLAR PARA LA VIDA CRISTIANA

Las cartas de san Pablo representan una parte notable del Nuevo Testamento. Es ya pacífica entre los estudiosos la distinción entre las cartas que se remontan al Apóstol y las que se atribuyen más bien a su círculo directo de discípulos; cartas que, en cualquier caso, la Iglesia ha consideradado desde siempre como «canónicas». El epistolario es un gran proyecto, cuyo contenido consideraremos de manera sumaria.

Si nos fijamos en el cómputo de los versículos, el corpus de las 13 cartas que llevan el nombre de Pablo comprenden 2.003 de un total de 5.621 de todo el Nuevo Testamento. Estamos, pues, ante un material textual relevante, dentro del cual emergen claras variantes de vocabulario, de estilo y de temas. Sobre estas variantes, a partir del siglo XVIII, los estudiosos han fijado el microscopio del análisis histórico-crítico y literario.

La «tradición paulina»
Progresivamente se ha llegado a una conclusión –hoy preponderante entre los exégetas– según la cual seis cartas atribuidas titularmente a Pablo serían en realidad «pseudoepígrafas» o «deuteropaulinas», es decir, puestas bajo el nombre y la autoridad del Apóstol, pero en realidad procedentes de discípulos suyos y de la que se ha denominado la «tradición paulina» (Efesios, Colosenses, 2Tesalonicenses, 1 y 2Timoteo, Tito). Esta conclusión merece, sin embargo, dos observaciones de índole general.

1) La primera es de corte histórico-literario. Los argumentos críticos son, sin duda, notables: por ejemplo, en una de las más importantes de estas cartas deuteropaulinas, la carta a los Colosenses, se encuentran 34 palabras completamente inéditas en todo el Nuevo Testamento, 28 extrañas al epistolario estrictamente paulino; se ignoran los temas fundamentales tan queridos por el Apóstol como la justificación, la fe, la ley; la construcción de las frases es pesada, prolija y repetitiva; se revela el uso de la retórica clásica y se hallan ausentes las referencias directas, típicas de Pablo; Cristo es presentado según un inesperado perfil de Señor cósmico, «cabeza de todo principado y potestad» (2,10) «Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades: todo fue creado por él y para él» (1,16); como aquel que «es anterior a todo, y todo se mantiene en él» (1,17), y por él quiso Dios «reconciliar consigo todos los seres: los del cielo y los de la tierra» (1,20); ya no está en escena la Iglesia local, sino la universal de la que Cristo es la «cabeza», cambiando de este modo la imagen paulina clásica de la Iglesia como «cuerpo de Cristo» (1Cor 12).
Podríamos extendernos ampliamente fijándonos en las variantes temáticas de este escrito, partiendo de un concepto del acto de fe, no ya considerado como acto de adhesión personal radical, sino como «conocimiento» de un contenido de verdad (fides quae más que fides qua, por usar el lenguaje teológico posterior). Y así sucesivamente con otras muchas sorpresas, generalmente indicadas en los comentarios de la carta. Dicho esto, hay que reconocer también que semejantes consideraciones, aunque muy notables e imprescindibles, referentes a la carta a los Colosenses y a las otras deuteropaulinas, nunca son absolutamente apodícticas, ya que de por sí no se pueden excluir evoluciones estilísticas y temáticas en un pensador tan creativo y original como es Pablo.

2) Existe, también, otra observación importante, de corte más teológico: las cartas deuteropaulinas siguen siendo «canónicas», y, reconociéndolas como pertenecientes al horizonte de los discípulos paulinos, no se invalida la inspiración divina. Como hacía notar la Dei Verbum (7 y 8), el hecho de que algunos textos neotestamentarios procedan de autores «del círculo» de los Apóstoles no afecta a su «canonicidad», ya que también estos escritos son «apostólicos», en el sentido que testimonian –aunque sea de manera mediata– la predicación apostólica (pensemos, por ejemplo, en el caso de Marcos y Lucas).
Como se lee en un comentario a otra importante carta considerada «pseudoepígrafa», la carta a los Efesios (de Stefano Romanello), «el hecho de que Pablo no sea el autor de la carta no resta nada al valor con el que la comunidad creyente la acoge. En todo caso, en la carta estamos en contacto con una predicación apostólica, es decir, con un testimonio de la fe de la Iglesia de los orígenes, que no queda vinculada de manera estática a la figura del Apóstol fundador, sino que elabora la palabra como un tesoro vivo, que se hace significativo para las nuevas situaciones en las que la comunidad se va encontrando».
Un plan de lectura integral
Llegados a este punto quisiéramos proponer de modo extremadamente esencial un itinerario en las dos áreas del corpus paulino, a partir de la directamente atribuida al Apóstol. De este modo se podría configurar también un plan de lectura integral de estos escritos, fundamentales para la fe y la historia del cristianismo, siguiendo la probable articulación cronológica y, por tanto, la eventual evolución de su pensamiento.

* Nos encontramos en torno al año 51. Desde Corinto, Pablo envía a los cristianos de Tesalónica una primera carta que está marcada por el registro autobiográfico de los recuerdos, por el tema pastoral referente a las tensiones que atenazan a la comunidad, y por el hilo teológico que en este caso se desarrolla en torno al tema escatológico de la parusía de Cristo al final de los tiempos, sello de la historia pero también luz para iluminar el presente sin caer en agitaciones apocalípticas.

* En Corinto Pablo había permanecido al menos un año y medio. Desde Éfeso, a mediados de la década de los 50, dirige la primera de sus dos cartas a los Corintios. Se trata de un claro desmentido a quien considera al Apóstol como un frío teórico, «el Lenin del cristianismo», para citar a Gramsci. En efecto, sus páginas tratan todos los temas de una Iglesia inmersa en un contexto secular con el que está invitada a confrontarse, del que recibe con frecuencia influencias negativas, pero en el que debe demostrar con valor su fe en Cristo resucitado y el amor fraterno que la une.
Las relaciones entre los cristianos de Corinto y Pablo no fueron precisamente idílicas. La segunda Carta que les dirige lo demuestra con fuerza. Su misma redacción manifiesta saltos de tema y de tono, reflejando las tensiones internas, pero a la vez la difícil relación con el Apóstol. Sin embargo en esas páginas se configura un proyecto caritativo e intraeclesial (la colecta para la Iglesia de Jerusalén) muy sugestivo.

* Y con la carta a los Gálatas entramos en el corazón del «Evangelio» de Pablo, aunque con frecuencia este escrito haya sido considerado como un «ensayo» con respecto a la posterior obra maestra de la carta a los Romanos. Efectivamente, en el centro está la tesis exquisitamente paulina de la justificación por la fe en la gracia divina: léase 2,16, donde por tres veces se corrobora que «el hombre no se justifica por las obras de la ley, sino por la fe en Jesucristo». Así está preparada la base para la arquitectura central de la carta a los cristianos de Roma.

* Pero antes de ella se sitúa probablemente el escrito dirigido a los amadísimos cristianos filipenses, en el que, como escribía un conocido exegeta (J. Murphy O`Connor) «se siente latir el corazón de Pablo». Escrita en la cárcel (probablemente durante el período de prisión en Éfeso), la carta recoge un espléndido himno (2,6-11) que sintetiza de modo admirable la Encarnación y la Pascua de Cristo según un esquema de «exaltación» que posteriormente gustará mucho también a Juan.

* Y así estamos ante esa obra que un comentarista, Paul Althaus, introducía con esta declaración: «Las grandes horas de la historia de la Iglesia han sido las grandes horas de la carta a los Romanos», incluso en los momentos de áspera confrontación, como sucedió con la Reforma protestante. Construida sobre un doble movimiento teológico-doctrinal (capítulos 1-11) y ético-pastoral (capítulos 12-16), frecuente en los escritos paulinos, la carta tiene en su corazón una grandiosa reflexión modulada sobre la justificación por la fe (capítulos 1-5) y sobre la vida según el Espíritu (capítulos 6-8), sobre la base del lema de Abacuc 2,4 reinterpretado por Pablo: «El justo vivirá por la fe» (1,17).

* La serie de las cartas protopaulinas se concluye con el conmovedor y breve escrito dirigido a Filemón a causa del percance de su esclavo Onésimo y con un sorprendente final de esperanza que ilumina la prisión del Apóstol: «Ve preparándome el hospedaje, pues espero que, gracias a vuestras oraciones, volveré pronto a veros» (v. 22).

Los escritos deutero-paulinos
De este modo nos encontramos ante otra área histórico-teológica del epistolario, la de las «cartas deutero-paulinas».

* Impresiona la segunda carta a los Tesalonicenses, marcada por los tonos de la apocalíptica y no carente de pasajes difíciles de interpretar, aunque siempre, atenta a conjugar historia y escatología.

* Está luego la carta a los Colosenses, de la que ya hemos hablado y que constituye un punto de referencia también para el texto destinado a los Efesios (y tal vez también a las otras Iglesias de Asia Menor), ambas marcadas por una solemne apertura hímnica. Cristo, la Iglesia y el cristiano son los tres protagonistas de una reflexión de perspectivas nuevas y originales.

* El corpus epistolar paulino se cierra con un fascículo de tres escritos homogéneos, que desde el siglo XVIII se denominan cartas pastorales, debido a su tema dominante y sus destinatarios, los colaboradores de Pablo y pastores de comunidades cristianas Timoteo y Tito. En ellas la Iglesia se presenta ya con su estructura ministerial de obispos, presbíteros y diáconos, pero también de viudas, de maestros no siempre ortodoxos, y se manifiesta marcada por una crisis de crecimiento. Inolvidable es el testamento atribuido a la pluma ideal de Pablo (2Tim 4,6-8).

* Fuera del corpus paulino, con su radical autonomía, a pesar de algunas referencias al horizonte paulino, la carta a los Hebreos sigue siendo un monumento literario-teológico en sí mismo.
A pesar de la complejidad de su planteamiento general del pensamiento del Apóstol y de su tradición, a pesar del carácter ocasional de muchas de sus reflexiones pastorales, a pesar de la diversidad de los tiempos e incluso de los autores, el epistolario paulino constituye un extraordinario proyecto en el que teología y moral, pensamiento y acción, cristología y eclesiología, teología y pastoral se reclaman y se funden, dilatándose hacia nuevas perspectivas y constituyendo una estrella polar para la historia y para la vida de la cristiandad.


Tomado de la Página: http://www.paulinos.sanpablo.es/fichactdo.php?idc=222
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lunes, noviembre 17

LA PARUSIA -SEGUNDA VENIDA DE CRISTO- EN LA PREDICACION DE SAN PABLO -BENEDICTO XVI













Queridos hermanos y hermanas:

El tema de la Resurrección, sobre el que hablamos la semana pasada, abre una nueva perspectiva, la de la espera de la vuelta del Señor y, por ello, nos lleva a reflexionar sobre la relación entre el tiempo presente, tiempo de la Iglesia y del reino de Cristo, y el futuro (éschaton) que nos espera, cuando Cristo entregará el Reino al Padre (cf.1 Co 15, 24). Todo discurso cristiano sobre las realidades últimas, llamado escatología, parte siempre del acontecimiento de la Resurrección: en este acontecimiento las realidades últimas ya han comenzado y, en cierto sentido, ya están presentes.

Probablemente en el año 52 san Pablo escribió la primera de sus cartas, la primera carta a los Tesalonicenses, donde habla de esta vuelta de Jesús, llamada parusía, adviento, nueva, definitiva y manifiesta presencia (cf. 1 Ts 4, 13-18). A los Tesalonicenses, que tienen sus dudas y problemas, el Apóstol escribe así: "Si creemos que Jesús murió y que resucitó, de la misma manera Dios llevará consigo a quienes murieron en Jesús" (1 Ts 4, 14). Y continúa: "Los que murieron en Cristo resucitarán en primer lugar. Después nosotros, los que vivamos, los que quedemos, seremos arrebatados en nubes, junto con ellos, al encuentro del Señor en los aires, y así estaremos siempre con el Señor" (1 Ts 4, 16-17). San Pablo describe la parusía de Cristo con acentos muy vivos y con imágenes simbólicas, pero que transmiten un mensaje sencillo y profundo: al final estaremos siempre con el Señor. Este es, más allá de las imágenes, el mensaje esencial: nuestro futuro es "estar con el Señor"; en cuanto creyentes, en nuestra vida ya estamos con el Señor; nuestro futuro, la vida eterna, ya ha comenzado.

En la segunda carta a los Tesalonicenses, san Pablo cambia la perspectiva; habla de acontecimientos negativos, que deberán suceder antes del final y conclusivo. No hay que dejarse engañar —dice— como si el día del Señor fuera verdaderamente inminente, según un cálculo cronológico: "Por lo que respecta a la venida de nuestro Señor Jesucristo y a nuestra reunión con él, os rogamos, hermanos, que no os dejéis alterar tan fácilmente en vuestros ánimos, ni os alarméis por alguna manifestación del Espíritu, por algunas palabras o por alguna carta presentada como nuestra, que os haga suponer que está inminente el día del Señor. Que nadie os engañe de ninguna manera" (2 Ts 2, 1-3). La continuación de este texto anuncia que antes de la venida del Señor tiene que llegar la apostasía y se revelará un no bien identificado "hombre impío", el "hijo de la perdición" (2 Ts 2, 3), que la tradición llamará después el Anticristo.

Pero la intención de esta carta de san Pablo es ante todo práctica; escribe: "Cuando estábamos entre vosotros os mandábamos esto: si alguno no quiere trabajar, que tampoco coma. Porque nos hemos enterado de que hay entre vosotros algunos que viven desordenadamente, sin trabajar nada, pero metiéndose en todo. A esos les mandamos y les exhortamos en el Señor Jesucristo a que trabajen con sosiego para comer su propio pan" (2 Ts 3, 10-12). En otras palabras, la espera de la parusía de Jesús no dispensa del trabajo en este mundo; al contrario, crea responsabilidad ante el Juez divino sobre nuestro obrar en este mundo. Precisamente así crece nuestra responsabilidad de trabajar en y para este mundo. Veremos lo mismo el domingo próximo en el pasaje evangélico de los talentos, donde el Señor nos dice que ha confiado talentos a todos y el Juez nos pedirá cuentas de ellos diciendo: ¿Habéis dado fruto? Por tanto la espera de su venida implica responsabilidad con respecto a este mundo.

En la carta a los Filipenses, en otro contexto y con aspectos nuevos, aparece esa misma verdad y el mismo nexo entre parusía —vuelta del Juez-Salvador— y nuestro compromiso en la vida. San Pablo está en la cárcel esperando la sentencia, que puede ser de condena a muerte. En esta situación piensa en su futuro "estar con el Señor", pero piensa también en la comunidad de Filipos, que necesita a su padre, san Pablo, y escribe: "Para mí la vida es Cristo, y la muerte, una ganancia. Pero si el vivir en la carne significa para mí trabajo fecundo, no sé qué escoger. Me siento apremiado por las dos partes: por una parte, deseo partir y estar con Cristo, lo cual, ciertamente, es con mucho lo mejor; mas, por otra parte, quedarme en la carne es más necesario para vosotros. Y, persuadido de esto, sé que me quedaré y permaneceré con todos vosotros para progreso y gozo de vuestra fe, a fin de que tengáis por mi causa un nuevo motivo de orgullo en Cristo Jesús, cuando yo vuelva a estar entre vosotros" (Flp 1, 21-26).

San Pablo no tiene miedo a la muerte; al contrario: de hecho, la muerte indica el completo estar con Cristo. Pero san Pablo participa también de los sentimientos de Cristo, el cual no vivió para sí mismo, sino para nosotros. Vivir para los demás se convierte en el programa de su vida y por ello muestra su perfecta disponibilidad a la voluntad de Dios, a lo que Dios decida. Sobre todo, está disponible, también en el futuro, a vivir en esta tierra para los demás, a vivir para Cristo, a vivir para su presencia viva y así para la renovación del mundo. Vemos que este estar con Cristo crea a san Pablo una gran libertad interior: libertad ante la amenaza de la muerte, pero también libertad ante todas las tareas y los sufrimientos de la vida. Está sencillamente disponible para Dios y es realmente libre.

Y ahora, después de haber examinado los diversos aspectos de la espera de la parusía de Cristo, pasamos a preguntarnos: ¿Cuáles son las actitudes fundamentales del cristiano ante las realidades últimas: la muerte, el fin del mundo? La primera actitud es la certeza de que Jesús ha resucitado, está con el Padre y, por eso, está con nosotros para siempre. Y nadie es más fuerte que Cristo, porque está con el Padre, está con nosotros. Por eso estamos seguros y no tenemos miedo. Este era un efecto esencial de la predicación cristiana. El miedo a los espíritus, a los dioses, era muy común en todo el mundo antiguo. También hoy los misioneros, junto con tantos elementos buenos de las religiones naturales, se encuentran con el miedo a los espíritus, a los poderes nefastos que nos amenazan. Cristo vive, ha vencido a la muerte y ha vencido a todos estos poderes. Con esta certeza, con esta libertad, con esta alegría vivimos. Este es el primer aspecto de nuestro vivir con respecto al futuro.

En segundo lugar, la certeza de que Cristo está conmigo, de que en Cristo el mundo futuro ya ha comenzado, también da certeza de la esperanza. El futuro no es una oscuridad en la que nadie se orienta. No es así. Sin Cristo, también hoy el futuro es oscuro para el mundo, hay mucho miedo al futuro. El cristiano sabe que la luz de Cristo es más fuerte y por eso vive en una esperanza que no es vaga, en una esperanza que da certeza y valor para afrontar el futuro.

Por último, la tercera actitud. El Juez que vuelve —es Juez y Salvador a la vez— nos ha confiado la tarea de vivir en este mundo según su modo de vivir. Nos ha entregado sus talentos. Por eso nuestra tercera actitud es: responsabilidad con respecto al mundo, a los hermanos, ante Cristo y, al mismo tiempo, también certeza de su misericordia. Ambas cosas son importantes. No vivimos como si el bien y el mal fueran iguales, porque Dios sólo puede ser misericordioso. Esto sería un engaño. En realidad, vivimos en una gran responsabilidad. Tenemos los talentos, tenemos que trabajar para que este mundo se abra a Cristo, para que se renueve. Pero incluso trabajando y sabiendo en nuestra responsabilidad que Dios es verdadero juez, también estamos seguros de que este juez es bueno, conocemos su rostro, el rostro de Cristo resucitado, de Cristo crucificado por nosotros. Por eso podemos estar seguros de su bondad y seguir adelante con gran valor.

Un dato ulterior de la enseñanza paulina sobre la escatología es el de la universalidad de la llamada a la fe, que reúne a los judíos y a los gentiles, es decir, a los paganos, como signo y anticipación de la realidad futura, por lo que podemos decir que ya estamos sentados en el cielo con Jesucristo, pero para mostrar en los siglos futuros la riqueza de la gracia (cf. Ef 2, 6 s): el después se convierte en un antes para hacer evidente el estado de realización incipiente en que vivimos. Esto hace tolerables los sufrimientos del momento presente, que no son comparables a la gloria futura (cf. Rm 8, 18). Se camina en la fe y no en la visión, y aunque sería preferible salir del destierro del cuerpo y estar con el Señor, lo que cuenta en definitiva, habitando en el cuerpo o saliendo de él, es ser agradables a Dios (cf. 2 Co 5, 7-9).

Finalmente, un último punto que quizás parezca un poco difícil para nosotros. En la conclusión de su primera carta a los Corintios, san Pablo repite y pone también en labios de los Corintios una oración surgida en las primeras comunidades cristianas del área de Palestina: Maranà, thà! que literalmente significa "Señor nuestro, ¡ven!" (1 Co 16, 22). Era la oración de la primera comunidad cristiana; y también el último libro del Nuevo testamento, el Apocalipsis, se concluye con esta oración: "¡Ven, Señor!". ¿Podemos rezar así también nosotros? Me parece que para nosotros hoy, en nuestra vida, en nuestro mundo, es difícil rezar sinceramente para que acabe este mundo, para que venga la nueva Jerusalén, para que venga el juicio último y el Juez, Cristo. Creo que aunque, por muchos motivos, no nos atrevamos a rezar sinceramente así, sin embargo de una forma justa y correcta podemos decir también con los primeros cristianos: "¡Ven, Señor Jesús!".

Ciertamente, no queremos que venga ahora el fin del mundo. Pero, por otra parte, queremos que acabe este mundo injusto. También nosotros queremos que el mundo cambie profundamente, que comience la civilización del amor, que llegue un mundo de justicia y de paz, sin violencia, sin hambre. Queremos todo esto. Pero ¿cómo podría suceder esto sin la presencia de Cristo? Sin la presencia de Cristo nunca llegará un mundo realmente justo y renovado. Y, aunque sea de otra manera, totalmente y en profundidad, podemos y debemos decir también nosotros, con gran urgencia y en las circunstancias de nuestro tiempo: ¡Ven, Señor! Ven a tu modo, del modo que tú sabes. Ven donde hay injusticia y violencia. Ven a los campos de refugiados, en Darfur y en Kivu del norte, en tantos lugares del mundo. Ven donde domina la droga. Ven también entre los ricos que te han olvidado, que viven sólo para sí mismos. Ven donde eres desconocido. Ven a tu modo y renueva el mundo de hoy. Ven también a nuestro corazón, ven y renueva nuestra vida. Ven a nuestro corazón para que nosotros mismos podamos ser luz de Dios, presencia tuya. En este sentido oramos con san Pablo: Maranà, thà! "¡Ven, Señor Jesús"!, y oramos para que Cristo esté realmente presente hoy en nuestro mundo y lo renueve.


BENEDICTO XVI

AUDIENCIA GENERAL

Miércoles 12 de noviembre de 2008



SOBRE LA CENTRALIDAD DE CRISTO RESUCITADO EN EL MISTERIO DE LA SALVACION

"El objetivo del Año Paulino es aprender de San Pablo, aprender la fe, aprender a Cristo, por último, aprender la forma correcta de la vida". - Benedicto XVI

AÑO PAULINO, NOVENA CATEQUESIS DE BENEDICTO XVI
Sobre la centralidad de Cristo resucitado en el misterio de la salvación.

Benedetto XVI
“La enseñanza que San Pablo nos ha dejado sobre la centralidad de Cristo Resucitado en el misterio de la salvación” ha sido el centro de la novena catequesis del Santo Padre Benedicto XVI para el Año Paulino, durante la audiencia general del pasado miércoles 22 de octubre en la plaza de San Pedro.

Después de haber evocado cómo “El Apóstol contempla fascinado el secreto escondido del Crucificado-resucitado y a través de los sufrimientos experimentados por Cristo en su humanidad (dimensión terrena) se remonta a la existencia eterna en la que es uno con el Padre (dimensión pre-temporal)”, el Papa ha resaltado que “éstas dos dimensiones, la preexistencia eterna junto al Padre y el descenso del Señor en la encarnación, se anuncian ya en el Antiguo Testamento, en la figura de la Sabiduría” y que son exaltadas en varias de las Cartas Paulinas, sobre todo en el himno de la Carta a los Filipenses (2, 6-11). Así pues, ha afirmado que: “Cristo es el verdadero puente que nos guía al cielo, a la comunión con Dios” precisando que no con la soberbia sino con la humildad, el hombre tiende a ella, “le sigue la elevación al cielo a la que Dios nos atrae con su amor”. Y ha concluído: “Cristo es la recapitulación de todo, lo asume todo y nos guía a Dios. Así nos implica en un movimiento de descenso y de ascenso, invitándonos a participar en su humildad, es decir, en su amor al prójimo, para ser así partícipes también de su glorificación”.

Tomado de Anno Paolino.

jueves, noviembre 13

El clima de la comunidad de JESUS





Las motivaciones de Pablo siguen actuales para que se construyan comunidades abiertas, alegres, contagiosas y sólidas, fundadas sobre la Palabra de Dios.

“Como elegidos de Dios, sus santos y amados, revístanse de sentimientos de profunda compasión. Practiquen la benevolencia, la humildad, la dulzura, la paciencia. Sopórtense los unos a los otros, y perdónense mutuamente siempre que alguien tenga motivo de queja contra otro. El Señor los ha perdonado: hagan ustedes lo mismo. Sobre todo, revístanse del amor, que es el vínculo de la perfección. Que la paz de Cristo reine en sus corazones: esa paz a la que han sido llamados, porque formamos un sólo Cuerpo. Y vivan en la acción de gracias. Que la Palabra de Cristo resida en ustedes con toda su riqueza”. (Colosenses 3, 12-16).

Con los saludos y oración del P. Benito

Consigna: Dichosos los constructores de Comunidades.

Divúlgalo entre amigos

lunes, noviembre 10

De los Encuentros con San Pablo
















Canto :

Hasta que Cristo se forme en nosotros

Hasta que Cristo se forme en nosotros,

En mí, en ti, en nosotros.

Canto :

Es Cristo quien vive en mí.

Ya no soy yo quien vive,

Es Cristo quien vive en mí.

Bienvenida

La vocación cristiana, la vida misma, es experiencia de elección por parte del Padre, que «en Cristo, nos ha elegido antes de la creación del mundo». Iluminados por el testimonio del Apóstol Pablo, que vivió apasionadamente esta llamada, queremos reflexionar también nosotros sobre nuestra vocación como camino de conversión, y como respuesta al amor gratuito e incondicional de Dios.

Efesios 1, 3-7

Bendito se Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bendiciones espirituales y celestiales.
En
Él nos ha elegido antes de la creación del mundo, para ser santos e inmaculados en su presencia por la caridad.
N
os ha predestinado a ser sus hijos adoptivos, por medio de Jesucristo, y confirme al beneplácito de su voluntad.
Y esto para alabanza y su gloria de su gracias, que nos ha dado en su querido Hijo.

Lectura Bíblica

Lectura del Libro de los Hechos de los Apóstoles (Hch. 22, 3. 6-10)

«Soy un judío nacido en Tarso de Cilicia, pero educando aquí en esta ciudad a los pies de Gamaliel, instruido en la fiel observancia de la ley de nuestros padres, partidario entusiasta de la causa de Dios, como todos nosotros lo son en este día.

«Pero sucedió que cerca ya de Damasco, hacia el mediodía, de repente me envolvió un gran resplandor del cielo. Caí a tierra, y oí una voz que me decía: Saulo, Saulo, ¿Por qué me persigues? Yo pregunté: ¿Quién eres, Señor? Y me dijo: Yo soy Jesús de Nazaret, a quien tú persigues. Los que estaban conmigo vieron la luz, pero no oyeron la voz del que me hablaba. Yo dije: ¿Qué tengo que hacer, Señor? Y el Señor me dijo: Levántate y entra en Damasco; allí te dirán lo que debes hacer».

Palabra de Dios.

Canto :

Te basta mi gracia

Óyeme, te basta mi gracia,

déjate hacer por mi gracia,

que en tu debilidad

se muestra mi fuerza.

Me complazco en mi necesidad

y en la tribulación, si es por ti

siendo débil yo, Señor,

te haces fuerte en mí

me haces fuerte en mí.

Cántico de Efesios (3, 4-21)

Doblo mis rodillas ante el Padre, del que toma nombre toda paternidad en el cielo y en la tierra,
Para que nos conceda, conforme a la riqueza de su gloria, el ser fortalecidos poderosamente por su Espíritu para que progrese el hombre interior.
Que Cristo habite en nuestros corazones por la fe, para que, arraigados y fundamentados en el amor, podamos comprender con todos los creyentes.
Cuál es la anchura, la longitud, la altura y la profundidad, y conocer el amor de Cristo, que sobrepasa todo conocimiento, para que nos llene de toda plenitud de Dios.
A aquél que es poderoso para hacer muchísimo más de lo que pedimos o pensamos, en virtud de su poder que actúa en nosotros,
A
Él la gloria en la Iglesia y en Cristo Jesús, en todas las generaciones, por los siglos de los siglos. Amén

Oremos Unidos:

Padre de la luz y de la vida, te damos gracias por el don inmenso del bautismo que ha grabado en nosotros el rostro de tu Hijo, Jesús nuestro Señor. Te rogamos, por intercesión de san Pablo, que nos sostengas con tu gracia para que el misterio que el Señor resucitado se pueda realizar en nosotros en toda plenitud; y que lleguemos a ser en el mundo manifestación de su presencia y de su anuncio. Él es Dios y desde siempre viven en comunión contigo y con el Espíritu Santo. Amén.

Escogido de las oraciones para el programa de actividad: Encuentro con San Pablo: En su vida Interior por Jonathan Colón - Cooperador Paulino. Queremos compartir con las personas que asistieron y con las que no. A los interesados en obtener una copia en Publisher con sus respectivo diseño para que puedan imprimirlo en sus casas dejen un mensaje en paulinaspr.vm@gmail.com y se lo haremos llegar a su correo electrónico.


Patrono de los escritores y autores; periodistas y personal de editorial de periódicos; Roma; Acción Católica; personal de relaciones públicas; laicos; obispos misioneros; músicos; talabarteros. Protector contra las serpientes y sus mordeduras; granizo.
Este Segmento fue tomado de la Web: Tradición Católica que recomendamos visitar en el siguiente link:
http://www.tradicioncatolica.com



lunes, noviembre 3

III CONFERENCIA SOBRE SAN PABLO: CRISTO Y LA SALVACION (CUARTA PARTE)





CARTA A LOS COLOSENSES


Aunque esta carta no se le atribuye a Pablo, su mensaje es muy pertinente y le da continuidad a lo expuesto anteriormente. Esta carta elabora una teología de la Iglesia, sobre todo la Iglesia como cuerpo y Cristo como su cabeza.

Se busca desarrollar que Cristo es el principio de toda la creación, por lo tanto su presencia en todo el universo, en el cosmos es real. Esa presencia cósmica lo lleva a ser la cabeza del cuerpo es decir la Iglesia. El punto central es descubrir que su presencia reconcilia todo lo creado. Su sangre derramada es la fuente de la salvación, y la esperanza de la paz. Por tanto, Cristo es una realidad es el fundamento de la comunidad y la esperanza del mundo.

La convicción estaba que Cristo es el Señor, cabeza de la Iglesia, pero Colosenses le da un lugar en el macrocosmos. El es la imagen del Dios invisible…ver Colosenses 1, 15-20

El texto nos muestra claramente que todas las cosas se sostienen en Cristo. El es la revelación de Dios. El es la imagen del Dios invisible, como la Sabiduría es la imagen de la bondad de Dios. (Sab. 7, 26) Cristo es el Primogénito de la creación, que lo coloca sobre el cosmos, como fue pre-existente la Sabiduría Prov. 8, 22; Sir. 24,9, Sab. 9.9. Cristo es el mediador de toda la creación. El es la salvación preparada por Dios desde la eternidad.

Cristo es el mediador de toda la creación, se presenta como el Señor. El que se presente como pre-existente, es característico de la Sabiduría. Jesús es la salvación escatológica preparada por Dios desde la eternidad. Este himno expresa su presencia en la creación, ya que todo fue creado por El y para Él. Cristo es el que da sentido a nuestra existencia.

A través de la Iglesia, Cristo ejerce su soberanía sobre el mundo y continúa realizándolo hoy. La Iglesia es el lugar donde Cristo reina aquí y ahora, por medio de la proclamación de salvación y de reconciliación.

Actualmente, no existe armonía, el mundo no está en orden, la humanidad es una víctima, trata de hacer el bien y termina haciendo el mal. Por lo tanto, la reconciliación es inminente. Jesús en quien la plenitud de Dios reside, ha traído la reconciliación. Cristo es el mediador de la reconciliación, y es quien restaura la paz y la armonía en el universo. El es quien promueve la paz, a través de la Iglesia.

Esta experiencia de salvación es una soteriología eclesiológica, no es individual sino más bien comunitaria, es una cristología aplicada. La gracia, la salvación, se desarrolla en el seno de la Iglesia, desde donde se reafirma el mensaje de reconciliación y de paz para nuestras pueblos.

Pidamos que el Señor envíe su Espíritu para que juntos logremos un nuevo renacer, un nuevo camino de paz, armonía y reconciliación.


Por: Dra. Irma Hernández

Con esta carta finalizamos las entregas del contenido de la última charla ofrecida en la Serie de Conferencias sobre San Pablo. Queremos invitarlos a la próxima que se ofrecerá en el Santuario Cristo de la Reconciliación en Dorado, Puerto Rico el próximo 10 de diciembre de 2008 a las 6:30pm. Los esperamos como siempre. Paz y Bien.

Este es..

... un espacio para peregrinar a través de las Cartas de San Pablo, un lugar para reflexionar, compartir, y disfrutar de La Palabra a través de su gesta como el Apóstol de las Gentes. Una oportunidad más para conocer a Pablo de Tarso, misionar con él y llevar la Palabra de Jesús Resucitado.