Un lugar para caminar con San Pablo... para llevar a Cristo a cada persona en cada paso... un espacio para peregrinar a través de las Cartas de San Pablo, un lugar para reflexionar, compartir, y disfrutar de La Palabra a través de su gesta como el Apóstol de las Gentes. Una oportunidad más para conocer a Pablo de Tarso, misionar con él y llevar la Palabra de Jesús Resucitado.

jueves, diciembre 30

Pablo Apóstol: Un trabajador que anuncia el Evangelio por Carlos Mesters PRIMER PERIODO DE LA VIDA DE PABLO


PRIMER PERÍODO

El judío practicante
Desde el nacimiento, a los 28 años de edad


La Biblia informa muy poco sobre este período, el más largo de la vida de Pablo. La mayor parte de las informaciones usadas para la composición de este capítulo fue sacada de los otros escritos de la época, tanto judíos como griegos y romanos.


1. Lugar y ambiente en el que Pablo creció y se crió

Pablo nació en Tarso, en la región de Cilicia, Asia Menor, actual Turquía (Hch 9,11; 21,39; 22,33; cf. 9,30; 11,25). Ciudad bonita, grande; según los cálculos de algunos estudiosos, tenía alrededor de 300.000 habitantes. Mucha gente, calles estrechas, casas pequeñas, vida apretada, mucho ruido. Hacia el sur, la ciudad se abría al mar Mediterráneo; al Norte, se extendía al pie de unos cerros que se elevaban hasta los 3.000 metros de altura. Tarso era un centro importante de cultura y comercio. Poseía un puerto muy activo. La calzada romana, que unía Oriente y Occidente, pasaba por allí.

¿Cómo es que Pablo, siendo judío, pudo nacer en una ciudad griega de Asia Menor? De la misma forma que los nordestinos del Brasil nacen en San Pablo! Desde el siglo sexto antes de Cristo, hubo mucha emigración de judíos fuera de Palestina. En casi todas las ciudades del Imperio Romano, había barrios judíos, cada uno con su sinagoga y organización comunitaria. Constituían así, la llamada ‘diáspora’ (dispersión).

Existía una comunicación muy intensa entre Jerusalén y la diáspora; romerías, visitas, promesas, estudio... Jerusalén era el centro espiritual de todos los judíos. Así se entiende cómo Pablo, nacido en Tarso, creció en Jerusalén (Hch 22,3; 26,4-5; cf. 23,16). El mismo decía: “Todos los judíos saben cómo fue mi vida desde la juventud y cómo desde el inicio viví en medio del Pueblo y en Jerusalén” (Hch 26,4).

Nacido en el seno de una familia judía, Pablo se crió en las exigencias de la Ley de Dios y de las “tradiciones paternas” (Gál 1,14). Los judíos de la diáspora eran judíos practicantes. Su mayor preocupación era la observancia de la Ley de Dios. Por eso luchaban contra aquellas leyes y costumbres del Imperio Romano que dificultaban o impedían la observancia de la Ley de Dios; por ejemplo: prestar culto al emperador, trabajar en día de sábado, prestar servicio militar. De este modo conservaban viva la obligación de ser “la nación consagrada, propiedad particular” de Dios (cf. Ex 19,3-8) y se mantenían “separados”, diferentes de los demás pueblos (cf. Esd. 10,11; Esd. 9,1-2). Por esa razón eran hostilizados y perseguidos (cf. Hch 18,2). Pero cargaban ‘la cruz de la diferencia’ como expresión de la voluntad de Dios.

Pablo nació y creció en ese ambiente protegido y rígido del barrio judío. Desde allí observaba el ambiente abierto y hostil de la gran ciudad griega. Estos dos ambientes marcaron su vida. El poseía dos nombres, uno para cada ambiente: ‘Saulo’, el nombre judío (Hch 7,58), y Pablo, el nombre griego (Hch 13,9). El prefiere y firma Pablo. Dios le llama Saulo (Hch 9,4).

2. ¡Juventud y formación!

Como todos los niños judíos de la época, Pablo recibió su formación básica en la casa paterna, en la sinagoga del barrio, en la escuela adjunta a la sinagoga. La formación básica comprendía: aprender a leer y a escribir; estudiar la Ley de Dios y la historia del pueblo; asimilar las tradiciones religiosas; aprender las oraciones, sobre todo los salmos. El método era: preguntas y respuestas; repetir, aprender de memoria; disciplina y convivencia.

Además de la formación básica en Tarso, Pablo recibió una formación superior en Jerusalén. Estudió a los pies de Gamaliel (Hch 22,3). Ese estudio comprendía las siguientes materias:

1. La Ley de Dios, llamada Torá: Comprendía los cinco primeros libros de la Biblia (el Pentateuco). El estudio se hacía a través de lecturas frecuentes hasta aprenderlo todo de memoria.

2. La tradición de los antiguos: Actualizaba la Ley de Dios para el pueblo. Tenía dos partes que ellos llamaban en su lengua, Halaká y Hagadá.

• La ‘Halaká’ enseñaba cómo vivir la vida de acuerdo con la Ley de Dios. Comprendía las costumbres y las leyes complementarias, reconocidas como tales por las autoridades competentes... Había la Halaká de los fariseos, la más estricta, y la de los saduceos. Pablo se formó en la Tradición de los Fariseos (Flp 3,5; Hch 26,5)

• La ‘Hagadá’ enseñaba cómo leer la vida a la luz de la Ley de Dios. No tenía aprobación oficial de las autoridades. Era más libre. Comprendía las historias de la Biblia. Esta manera de recordar y leer la historia antigua ayudaba al alumno a leer su propia historia y a descubrir en ella las llamadas de Dios.

3. La interpretación de la Biblia: llamada Midrash. Midrash significaba ‘búsqueda’. Enseñaba las reglas y la manera de buscar el sentido de la Sagrada Escritura para la vida del pueblo y de las personas. Es decir, enseñaba a descubrir que la ventana del texto, por donde se ve el pasado del pueblo, es también el espejo donde se ve el hoy del mismo pueblo.

La lectura de la Biblia era el eje de la formación. Marcaba la piedad del pueblo. “Desde niño” (2Tm 3,15), los judíos aprendían la Biblia. Era sobre todo la madre, en casa, quien cuidaba de transmitirla a los hijos (2Tm 1,5 y 3,14). Así, desde pequeño, Pablo aprendió que “toda Escritura es inspirada por Dios y útil para instruir, para refutar, corregir, educar en la justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, apto para toda buena obra” (2Tm 3,16-17; cf. Rom 15,4; 1Cor 10,6-11). En esta práctica del pueblo judío está el origen de la “lectura orante” que hoy hacemos de la Biblia.

Mientras Pablo estudiaba en Jerusalén, vivía en Nazaret otro joven, llamado “Jesús”. Era pobre. No tuvo condiciones de estudiar en Jerusalén. Para sobrevivir, trabajaba en el campo y en la carpintería. Pablo y Jesús, al parecer nunca se encontraron durante la vida (cf. 2Cor 5,16). Jesús era cinco u ocho años mayor que Pablo. Los dos debieron recibir la misma formación básica en casa, en la sinagoga y en la escuela anexa a la sinagoga.

Pablo es de la ciudad. Jesús era del campo, del interior. Las comparaciones de Jesús son casi todas del mundo rural: simiente, campo, flores... Las comparaciones de Pablo vienen del ambiente de la gran ciudad que marcó su vida. Pablo a lo mejor no entendía mucho de labranza y de plantas, pero entendía de juegos urbanos. Una ciudad del tamaño de Tarso tenía su estadio de deportes, donde, cada cuatro años, se organizaban juegos de atletismo: carreras, luchas, lanzamiento de disco, tiro al blanco, etc. De joven, Pablo debió ser aficionado a los juegos en el estadio. Pues, de adulto, todavía se acuerda de ellos y los usa para comparar las exigencias del Evangelio: ganar la corona (1Cor 9,25), alcanzar la meta (Flp 3,12-14), conseguir el premio (1Cor 9,24), luchar sin dar golpes en el vacío (1Cor 9,26), correr en la dirección debida (1Cor 9,26; cf. Gál 2,2; 5,7; Flp 2,16). Habla de combate (2Tm 4,7) y pelea (1Cor 9,26). Conoce el esfuerzo y la disciplina de los atletas (1Cor 9,25).


3. Profesión y clase social

Pablo era fabricante de lonas (Hch 18,3). Según las costumbres de la época debió aprender la profesión de su propio padre. Tal aprendizaje empezaba a los trece años de edad y duraba dos o tres años. El aprendiz trabajaba de sol a sol y obedecía a una disciplina rígida. Aprendía la profesión para tener un medio de vida como trabajador o para suceder al padre en la administración de los negocios. Esto dependía del tamaño de la fortuna del padre. ¿Cuál era la fortuna del padre de Pablo?

Pablo se enorgullecía al decir que era “ciudadano romano” (Hch 16,37; 22,25), pues tenía ese derecho de “nacimiento” (Hch 22,29), es decir, lo recibió del padre. Esto significaba que el padre o el abuelo de Pablo consiguió adoptar la ciudadanía romana, hasta el punto de poder legarla a los hijos. Esto suponía una “gran suma de dinero” (Hch 22,28). Algunos estudiosos llegan a la conclusión de que el padre debía ser dueño de una oficina con empleados. Por eso es probable que Pablo aprendiera la profesión, no tanto para tener un medio de vida como trabajador, sino sobre todo, para administrar la oficina del padre, como propietario.

Como ‘ciudadano’, Pablo era miembro oficial de la ciudad (polis) y podía participar en la asamblea del ‘pueblo’, en la que se discutía y se decidía todo cuanto se relacionaba con la vida y la organización de la ‘polis’ (ciudad). De ahí deriva la palabra ‘política’. En aquel tiempo las ciudades tenían mucho más autonomía que hoy. La sociedad tenía tres clases básicas: ciudadanos, libertos y esclavos. Solamente los ‘ciudadanos’ eran considerados ‘pueblo’ y sólo ellos podían participar en las asambleas. Los esclavos, los libertos y extranjeros eran excluidos de toda participación. Los griegos llamaban a ese sistema ‘demo’ (pueblo) - ‘cracia’ (gobierno). En realidad, no era “gobierno del pueblo”. Era solamente gobierno de la pequeña elite de los ‘ciudadanos’.

Al interior del Imperio Romano, en la mayor parte de las grandes ciudades, los judíos vivían organizados en asociaciones, reconocidas por los gobiernos de las ciudades. Estas asociaciones (llamadas ‘politeuma’) poseían cierta autonomía. A través de ellas, los judíos luchaban para hacer valer sus derechos ante el gobierno del Imperio. La mayor lucha de las asociaciones de los judíos de la diáspora se centraba, sobre todo, en torno a dos objetivos:
1. Plena integración de sus miembros como ‘ciudadanos’ en la vida de la ciudad: así tendrían derecho a estar exentos de determinadas tasas e impuestos.
2. Plena libertad religiosa: así podrían observar la Ley de Dios y las “tradiciones paternas”.

Consiguieron buenos resultados en aquella lucha desde los tiempos de Julio César (entre el año 47 y el 44 antes de Cristo). Se entiende así por qué los judíos de la diáspora no sentían tanto el peso del domino romano. Estos no eran tan explotados como los agricultores del interior de Palestina. Incluso tenían ciertos privilegios. Esto explica, en parte, por qué Pablo no hacía una oposición directa al Imperio. Llegó incluso a pedir que “todo ser humano se someta a las autoridades constituidas” (Rom 13,1).

No tenemos noticia de cómo el ‘ciudadano’ Pablo de Tarso participaba en la vida política de su ciudad o en las asociaciones de los judíos. Pero sabemos que participaba activamente en la vida de su comunidad. Tenía cualidades de líder; fue testigo oficial de la ejecución de Esteban (Hch 7,58); fue emisario del Sanedrín para Damasco (Hch 9,2; 22,5; 26,12). Algunos estudiosos creen que llegó a ser miembro del Sanedrín, es decir, del Supremo Tribunal de la comunidad judía en Jerusalén.

Ciudadano romano, ciudadano de Tarso (Hch 21,39), alumno de Gamaliel; formación superior, líder nato, miembro activo de la comunidad; probablemente preparado para hacerse cargo de la oficina de su padre: todos estos títulos y cualidades sitúan a Pablo entre la élite de la sociedad; tanto por su formación como por los bienes que poseía y por su liderazgo. Pablo tenía ante sí un futuro prometedor y la posibilidad de una carrera brillante. Pero la entrada de Jesús en su vida modificó esa situación ventajosa. Lo que era ganancia, se volvió pérdida (Flp 3,7). Por Cristo perdió todo. El mismo dirá más tarde “Por su causa perdí todo, y considero todo como basura, a fin de ganar a Cristo y estar con El” (Flp 3,8).


4. El ideal del judío practicante

Pablo siempre fue un hombre profundamente religioso, judío practicante, irreprensible en la más estricta observancia de la Ley (Flp 3,6; Hch 22,3), “lleno de celo por las tradiciones paternas” (Gál 1,14). Para defender esas tradiciones, llegó a perseguir a los cristianos (Hch 26,9-11; Gál 1,13). En una palabra, Pablo procuraba realizar el ideal de la religión de sus padres. ¿Cuál era ese ideal?

En el origen del pueblo judío está la ‘Alianza’. En la Alianza hay dos aspectos que se complementan. El primero: Dios, en su bondad, toma iniciativa de la Alianza y, sin mérito alguno por parte del pueblo, lo acoge y justifica (Ex 19,4; Dt 7,7-8; 4,32-38; 8,17-18; Rom 3,21-26; 5,7-11). Es la ‘gratuidad’. El segundo: una vez aceptada la propuesta de Dios, el pueblo tiene que cumplir las cláusulas de la Alianza para poder realizar la justicia (Ex 19-5,6; Dt 39-40; 5,15; 6,25; Rom 6,12-18; Gál 5,13-15). Es la ‘observancia’ ¡Gratuidad y observancia! (Dos lados de la misma medalla, hasta hoy; don de Dios y esfuerzo nuestro; providencia divina y eficiencia humana; fe y política; fiesta y lucha; soñar y planificar). Un lado sólo, sin el otro, daría una Alianza incompleta. En algunas épocas de la historia, se insistía más en la ‘gratuidad’: “Dios hace todo”. Y a veces el pueblo caía en un ritualismo vacío sin compromiso. En otras épocas, se insistía más en la ‘observancia’: tenemos que cumplir la Ley”, y a veces se caía en un legalismo exagerado (cf. Mt 12,7; 5,17-20).

En el tiempo de Pablo, el acento caía en la observancia. Aquel ideal de la observancia, que venía marcando la vida del pueblo, ya desde la reforma de Esdras, en el 398 antes de Cristo (Neh 8,1-18; 10,29-30), poco a poco iba desviándose. La ‘observancia’ ya no dejaba espacio a la ‘gratuidad’: se olvidaban de la misericordia (cf. Mt 9,13). La relación con Dios se volvió un comercio: ‘Yo doy algo a Dios para que El me pague. Si observo toda la Ley, puedo exigirle a Dios que me dé la recompensa prometida y merecida’. Así, cuanto más estricta la observancia, tanto más garantizada la conquista de la justicia! Por eso, a lo largo de los siglos, surgieron varios movimientos reformistas que apuntaban hacia una observancia cada vez más estricta: recabitas, hassidim, fariseos, esenios, zelotes... Pablo pertenecía al grupo de los fariseos (Flp 3,5).

En la práctica, sin embargo, Pablo experimentaba en sí mismo una contradicción: “Está en mí el querer el bien, pero no soy capaz de hacerlo. No hago el bien que quiero, y sí el mal que no quiero” (Rom 7,18-19). A pesar de todo su esfuerzo, Pablo no era capaz de cumplir la Ley de Dios y alcanzar la justicia-santidad (cf. Rom 7,14-24). Pedro decía lo mismo: “La observancia de la Ley es un peso que ni nuestros padres, ni nosotros, pudimos soportar” (Hch 15,10). Pero aún así, a pesar de esta experiencia dolorosa de la propia debilidad, los judíos continuaban luchando para alcanzar el ideal. Esperaban poder superar algún día la propia debilidad, llegar a la observancia perfecta de la Ley y, así alcanzar la justicia-santidad. Justo, o sea santo, era el que había conseguido llegar hasta el lugar en que Dios lo quería. San José era “un justo” (Mt 1,19).

Ese ideal fue el que animó a Pablo durante los primeros 28 años de su vida (Flp 3,5-6). Pero llegó el momento en que descubrió que el ideal de la observancia no era capaz de llevarle hasta Dios. No era suficiente para conquistar la santidad. Fue éste el momento de la gran crisis.

lunes, diciembre 27

Encuentros Vitaminas energizantes n. 10. Testigos de vida

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A los amigos de “Encuentros”: “Feliz Año Nuevo y provechosas vacaciones. Dios los bendiga.

También los “periodistas” van al Cielo

Manuel Lozano “Lolo”: el primer periodista “santo”

Periodistas y prensa hoy no tienen “¡buena prensa!”, pues, a los detentores del poder no les gusta que les saquen los trapos al sol. De allí que, cada año, pasan de los 30 los periodistas asesinados, pos distintos motivos. Ante este cuadro sombrío, nos reconforta la “beatificación” de Manuel Lozano Garrido, más conocido como “Lolo”, que viene a ser el primer periodista laico, elevado a los honores de los altares: ejemplo luminoso y estimulante para todos los periodistas que sirven a la verdad y sufren por ella.

Nacido en Linares, España, en 1920, a los 22 años Lolo, joven de la Acción Católica, comenzó a sufrir una enfermedad que en un año le provocaría una parálisis total, obligándole a vivir 32 años en silla de ruedas y en sus 9 últimos además quedó ciego. Falleció el 3 de noviembre de 1971.

La fuerza de Cristo se revela en la debilidad.- "El Papa ve en este ejemplo laico español un infatigable apóstol que aceptó la parálisis y la ceguera con espíritu sereno y dichoso. Como escritor y periodista propagó las verdades evangélicas, sosteniendo la fe de su prójimo, con la oración, con el amor a la Eucaristía y su filial devoción a la Virgen". Realmente sacaba fuerza de flaqueza. Significativo lo que escribe, pensando que la iglesia está muy cerca de su casa: “Mientras trabajo y duermo, Cristo permanece junto a mí, apenas a uno veinte metros de distancia”.

Comunicador a cómo dé. -"Su cuerpo se convirtió en un amasijo retorcido de huesos doloridos; pero nunca se quejó ni habló de sí mismo, sin embargo, cuando pierde el movimiento de la mano derecha, aprende a escribir con la izquierda, cuando también la izquierda se paraliza, dicta aun magnetófono y así se convierte en escritor y periodista incansable desde su silla de ruedas",

A pesar de la parálisis, escribió para el diario "Ya", las revistas "Telva" y "Vida Nueva" y la agencia "Prensa Asociada", así como 9 libros, cuentos, poesías, ensayos, que le llevaron a ganar distintos premios.

Algunos de sus pensamientos, - Decía de su enfermedad: “Vivo mi inutilidad como una cosa normal, como es normal ser rubio o tener la vocación de obrero”. En su “decálogo del periodista” pescamos esta perla: “Cuando escribas lo has de hacer de rodillas para amar”. Y “Recuerda que no has nacido para la prensa sensacionalista….sirve mejor el buen bocado de la vida limpia y esperanzadora, como es”.

“Sólo por hoy”: un programa posible

Sólo por hoy trataré de vivir exclusivamente el día, sin querer resolver el problema de mi vida todo de una vez.


Sólo por hoy tendré el máximo cuidado de mi aspecto: cortés en mis maneras, no criticaré a nadie y no pretenderé mejorar o disculpar a nadie, sino a mí mismo.

Sólo por hoy seré feliz, en la certeza de que he sido creado para la felicidad, no sólo en el otro mundo, sino en este también…

Sólo por hoy dedicaré diez minutos de mi tiempo a una buena lectura; recordando que, como el alimento es necesario para la vida del cuerpo, así la buena lectura es necesaria para la vida del alma.

Sólo por hoy haré una buena acción y no lo diré a nadie. ..

Sólo por hoy me haré un programa detallado. Quizá no lo cumpla cabalmente, pero lo redactaré, y me guardaré de dos calamidades: la prisa y la indecisión.

Sólo por hoy creeré firmemente -aunque las circunstancias demuestren lo contrario- que la buena providencia de Dios se ocupa de mi corno si nadie existiera en el mundo.

Sólo por hoy no tendré temores. De manera particular no tendré miedo de gozar de lo que es bello y de creer en la bondad. Puedo hacer el bien durante doce horas. Lo que me descorazonaría sería pensar tener que hacerlo durante toda mi vida. Papa JUAN XXIII (1958-1963)

Ref.:

Difúndalo entre tus amistades

lunes, diciembre 20

Espiritualidad del Apóstol según San Pablo : «Lo que no se ve es eterno» (2 Cor. 4,18)

Conclusión

«Lo que no se ve es eterno» (2 Cor. 4,18)

Contemplando la acción apostólica de Pablo hemos asistido a sus luchas y dificultades, a sus triunfos y tropiezos. A cada paso el avance del Evangelio encuentra nuevas trabas. Parece que nunca hubiera nada definitivamente consolidado. Cuando todo parece marchar con éxito surge la persecución por parte de los enemigos del Evangelio, o salta un error doctrinal que vacía el mensaje en su misma esencia, o aparecen debilidades morales en una comunidad que están a punto de dar al traste con todo... De vez en cuando le sorprendemos expresiones como esta: «me hacéis temer no haya sido en vano todo mi afán por vosotros» (Gal. 4, 11).

Sin embargo, San Pablo no se desanima. A él no le extrañan estas dificultades; más bien cuenta con ellas. No le extraña la debilidad humana, pues nadie como él conoce la fuerza del pecado en el hombre (Rom. 3, 10-18; 7,14-24). Tampoco le sorprende la persecución, hasta el punto de que llega a advertirles de antemano a los cristianos de Tesalónica acerca de ella (1 Tes. 3, 3-4).

Pero lo que sobre todo le mantiene inasequible al desaliento es la esperanza, pues como él mismo proclama con vigor, «la esperanza no defrauda» (Rom. 5, 5). Ahora bien, una característica esencial de la esperanza es la tenacidad y el aguante ante las dificultades (1 Tes. 1, 3). El que está cierto de alcanzar lo que espera soporta con paciencia las adversidades del camino. Y Pablo sabe muy bien en quién ha puesto su confianza (2 Tim. 1, 12)...

A este respecto es significativo el hecho de que la oración de Pablo por sus cristianos insiste en suplicar la gracia de que estén preparados el día de la venida última de Cristo: «para que seáis irreprensibles en el Día de Nuestro Señor Jesucristo» (1 Cor. 1, 8); «lo que pido en mi oración es que vuestro amor siga creciendo cada vez más... para ser puros y sin tacha para el Día de Cristo» (Fil. 1,9-11); «que todo vuestro ser, el espíritu, el alma y el cuerpo, se conserve sin mancha hasta la Venida de nuestro Señor Jesucristo» (1 Tes. 5, 23)...

San Pablo no se deja engañar por las apariencias. Apoyado en la fidelidad de Dios espera alcanzar la fidelidad y perseverancia final de los que le han sido confiados. Espera que cada uno-como afirma de sí mismo- pueda alcanzar la meta final y sea coronado (2 Tim. 4, 7-8; cf. Fil.3, 12-14). Todo lo demás es relativo. Por eso no le asustan ni le desconciertan los vaivenes y vicisitudes de la historia de los hombres. Si todo ello tiene importancia es en cuanto puede condicionar la salvación eterna de cada uno...

En toda su actividad apostólica vive anclado en la fe y en la esperanza que le hacen percibir y buscar lo real y lo definitivo. No se deja engañar por apariencias, ni por logros parciales, ni por fracasos momentáneos... «No ponemos nuestros ojos en lo que se ve, sino en lo que no se ve; pues lo que se ve es pasajero, mas lo que no se ve es eterno» (2Cor. 4, 18).

domingo, diciembre 12

Espiritualidad del Apóstol según San Pablo : «Todo para edificación» (1 Cor. 14,26)

«Todo para edificación» (1 Cor. 14,26)

Llama la atención que San Pablo contempla a sus cristianos como colaboradores activos y no como meros receptores pasivos. Ya hemos tenido ocasión de comprobar cómo les pide la ayuda de su oración y les insiste en que sean luz a su alrededor...

En Corinto se alojó en casa de Aquila y Priscila (He. 18,2-3) y luego los llevó consigo a Efeso, dejándolos allí mientras él se dirigía a Jerusalén; ellos instruyeron a Apolo (He. 18,25-26), y debió ser grande la alegría de Pablo al encontrar a su vuelta que la dinámica pareja había establecido ya los fundamentos de la Iglesia en Efeso; en 1 Cor. 16,19 los encontramos enviando saludos desde Efeso, donde tienen una comunidad que se reúne en su casa. Pablo les agradecerá que «expusieron sus cabezas» para salvarle (Rom. 16,3-5).

En Rom. 16 aparece una larga lista de colaboradores, hombres y mujeres, con quienes -y no sólo para quienes- Pablo trabaja; varias veces en esos versículos aparece el término «colaborador», así como la expresión «fatigarse», que en el lenguaje paulino es sinónimo de cooperar activamente en la propagación de la Iglesia. Igualmente se alude a diversos colaboradores en otros textos: 1 Cor. 16,15-17; Fil. 2,25; 4,2-3...

Detrás de esta conducta esta la convicción de Pablo de que en la Iglesia todos los miembros son necesarios (1 Cor. 12, 14-30) y de que cada uno ha de poner los dones o carismas recibidos al servicio de los demás para edificación y crecimiento de la Iglesia (1 Cor. 12, 4-7; Rom. 12, 4-8; Ef. 4,7-13). Era muy consciente de que cada cristiano ha recibido su don propio y de que sin la colaboración de todos no puede realizarse la construcción del Cuerpo de Cristo. Confiaba en el Espíritu Santo y en sus dones, consciente, a la vez, de que todos los dones no pueden encontrarse reunidos en una sola persona.

Además de procurar que cada comunidad pudiera seguir funcionando por sí misma -llegando a ser él mismo innecesario-, contaba con que cada comunidad colaborase en la irradiación del Evangelio a su alrededor; así lo había experimentado -como hemos visto- en el caso de Tesalónica (1 Tes. 1,7-8) y esperaba que debía continuar sucediendo; escribe, por ejemplo, a los de Corinto: «esperamos, mediante el progreso de vuestra fe, engrandecernos cada vez más en vosotros conforme a nuestra norma, extendiendo el Evangelio más allá de vosotros...» (2 Cor. 10,15-16).

martes, diciembre 7

Espiritualidad del Apóstol según San Pablo : «Colaboradores míos en Cristo Jesús» (Rom. 16,3)

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«Colaboradores míos en Cristo Jesús» (Rom. 16,3)

Colaborador de Dios (1 Cor. 3,9), Pablo busca a su vez colaboradores en la tarea evangelizadora. Escribiendo a los filipenses, da gracias a Dios «a causa de la colaboración que habéis prestado al Evangelio, desde el primer día hasta hoy» (Fil. 1,5); efectivamente, ellos le han apoyado sufriendo con él y como él por el Evangelio (Fil.1,29-30) y ayudándole en repetidas ocasiones con socorros materiales (Fil. 4,10-16).

Ciertamente hemos de borrar como falsa la imagen de un Pablo actuando individualmente y como francotirador. Ante todo, procura mantener y estrechar la comunicación con los demás apóstoles (Gal. 1,18; 2,1-10). Pero además vemos que funciona en equipo: normalmente iba acompañado por dos o tres colaboradores, tanto en sus viajes como en la predicación.

Vemos de hecho que el primer viaje (He. 13-14) lo emprende acompañado por Bernabé y Marcos. Lucas presenta en todo momento su obra como esfuerzo de grupo (He. 14,6-7). Cuando escribe las cartas 1ª y 2ª a los Tesalonicenses y la 2ª a los Corintios aparece unido a Silvano y Timoteo y las cartas son encabezadas por el equipo (1 Tes. 1,1; 2 Tes. 1,1; 2 Cor. 1,1) y la 1ª a los Corintios la escribe unido a Sóstenes (1 Cor 1,1). Continuamente se alude a la tarea evangelizadora como trabajo común: habla de «nuestro evangelio» (1 Tes. 1,5), de que «os predicamos el evangelio» (1 Tes. 2,2), de que «os hemos predicado» (2 Cor. 1,19).

Podemos asegurar que Pablo no fue nunca a misionar solo. Escogía colaboradores que servían como él a la causa del Evangelio. Además de los ya mencionados -Bernabé, Juan-Marcos, Silas o Silvano, Timoteo, Sóstenes-, encontramos otros nombres a lo largo de las cartas y del libro de los Hechos: Tito (Gal. 2,1; 2 Cor. 7,13; 8,16.23; 12,18), Lucas (Col. 4,14; Flm. 24; 2 Tim. 4,11), Aristarco (Col. 4,10; Flm. 24), Tíquico (Ef. 6,21; Col. 4,7), Apolo (He. 18,24-28; 1 Cor.16,12), Epafrodito (Fil. 2,25;4,18), Demas (Col.4,14; Flm. 24; 2 Tim. 4,10), Trófimo, Erasto, Sópatro, Epafras, Jesús el Justo, Artemas, Crescencio, Clemente...

Al obrar así Pablo imita el estilo del Maestro, que envió a los discípulos «de dos en dos» (Mc. 6,7). De este modo el grupo de apóstoles es un signo de la Iglesia, a la cual se invita a incorporarse (cf. He. 17,4: «se unieron a Pablo y Silas»). Más aún, ellos mismos pueden vivir una cierta vida comunitaria, a la vez que las cualidades de cada uno se complementan con las de los demás. Finalmente, el equipo apostólico sirve de escuela práctica de evangelización: (parece que el mismo Pablo se haya entrenado de la mano de Bernabé: cf. He. 9,27-28; 11,25-26).

Ante la vasta e ingente obra pendiente de realizar, Pablo siente la necesidad de implicar y enrolar a muchos en la tarea evangelizadora. Consciente de que «la mies es mucha y los obreros son pocos» (Lc. 10,2), procura suscitar colaboradores del Evangelio. Y cuando ve que se acerca el final de su vida, insiste en que otros después de él continúen difundiendo el Evangelio por el mundo: «cuanto me has oído en presencia de muchos testigos confíalo a hombres fieles, que sean capaces a su vez de instruir a otros» (2 Tim. 2,2).

miércoles, diciembre 1

Espiritualidad del Apóstol según San Pablo : «No crear obstáculos al Evangelio» (1 Cor. 9,12)

12

«No crear obstáculos al Evangelio» (1 Cor. 9,12)

Con ocasión del problema de los idolotitos (1 Cor. 8), Pablo aconseja a los corintios que la caridad hacia los hermanos «débiles» debe sobreponerse a la libertad particular de cada uno, y les propone que deben estar dispuestos a renunciar incluso a los propios derechos cuando está en juego el bien de un hermano.

Para ello no duda en ponerse a sí mismo como modelo (1 Cor. 9), con lo que esta circunstancia de la comunidad de Corinto nos ofrece la oportunidad de conocer un rasgo precioso del alma de Pablo: consagrado por entero al anuncio y difusión del Evangelio, todo lo subordina a este fin supremo; de este modo, renuncia al uso de sus propios derechos «para no crear obstáculo alguno al Evangelio de Cristo» (1 Cor. 9,12).

Particularmente, Pablo ha renunciado al derecho a «vivir del Evangelio». Desde luego, él conoce las palabras de Jesús acerca de que «el obrero merece su sustento» (Mt. 10,10; cf. 1 Cor. 9,14); sabe que el que se dedica al anuncio del Evangelio debe poder quedar libre de otras ocupaciones y preocupaciones y tiene derecho a recibir el alimento de cada día de aquellos a quienes sirve...

Sin embargo, una constante de su estilo apostólico ha sido el renunciar a este derecho (1 Cor. 9,15). Ha preferido trabajar «día y noche, con fatiga y cansancio, para no ser una carga para ninguno» (2 Tes. 3,8); además del peso de las fatigas apostólicas ha cargado sobre sus hombros la fatiga de ganarse el pan de cada día para sí y para sus compañeros (He. 20,34); trabajando como tejedor de tiendas (He. 18,3), ha preferido «no ser gravoso a nadie» (1 Tes. 2,9).

De este modo ha testimoniado nítidamente su más absoluto desprendimiento (He. 20,33). En un mundo en que no era infrecuente la aparición de predicadores de religiones extranjeras en busca de ganancias materiales (cf. 2 Cor. 2,17), Pablo quiere dejar muy clara la gratuidad del Evangelio. Puesto que la salvación otorgada por Dios en Jesucristo es gratuita (Rom. 3,24), Pablo quiere manifestar esta gratuidad en todo el estilo de su obrar apostólico.

A los corintios les recalcará que esta norma de su actuación la seguirá manteniendo como timbre de gloria (2 Cor. 11,9-11). Y eso no porque no los ame, sino todo lo contrario: porque está convencido de que el peso debe llevarlo el padre y no los hijos y porque no le interesan sus cosas sino ellos mismos, Pablo se muestra dispuesto a gastar lo que haga falta y a desgastarse él mismo en favor de sus amados corintios (2 Cor. 12,14-15).

Y cuando agradezca a los filipenses las ayudas que le han enviado, Pablo se alegrará más por la caridad y la vida cristiana que ello testimonia en sus cristiano que por la ayuda en sí: «no es que yo busque el don, sino que busco que aumenten los intereses en vuestra cuenta» (Fil. 4,17). Y la misma insistencia encontraremos cuando motive a los corintios a socorrer a los hermanos necesitados de Jerusalén (2 Cor. 8,10ss; 9,6ss).

Además con este total desprendimiento, Pablo sirve de modelo de trabajo (2 Tes. 3,9) y de generosidad (He. 20,35) a sus cristianos.

Más aún, con ocasión de la mencionada colecta a favor de los cristianos pobres de Jerusalén, que debió alcanzar una suma considerable, Pablo tiene mucho cuidado en mostrar absoluta transparencia y desinterés; pide que cada comunidad envíe un delegado encargado no sólo de transportar los bienes, sino de supervisar y testimoniar la total limpieza, «pues procuramos el bien no sólo ante el Señor sino también ante los hombres» (2 Cor. 8,20-21). Todo «para no crear obstáculo alguno al Evangelio».

Esta sinceridad de motivos y este desprendimiento no aparece sólo en referencia a los bienes materiales. Pablo subraya en diversos pasajes su total rectitud de intención y su limpieza de miras: no actúa ni por error, ni por astucia, ni por motivos turbios, inconfesables o impuros, ni por adulación para conseguir el aplauso de los hombres, ni por ambición, ni por deseo de alcanzar honores (1 Tes. 2,3-6; 2 Cor. 4,2)...

Sabiendo que su juez es el Señor (1 Cor. 4,4) y que debe ser puesto al descubierto ante el tribunal de Cristo (2 Cor. 5,10), Pablo predica para «agradar no a los hombres, sino a Dios» (1 Tes. 2, 5), pues «si tratara de agradar a los hombres no sería siervo de Cristo» (Gal. 1, 10). Actúa en todo momento «delante de Dios» (2 Cor. 2, 17), estando ante Él al descubierto (2 Cor. 5,11), afanándose por agradarle (2 Cor 5,9). Esta rectitud es la que le recomienda también ante los hombres (2 Cor. 4,2). Y cuando algunos, a pesar de todo, se obstinen en no aceptarle, Pablo apelará a los hechos: «nuestra carta de recomendación sois vosotros» (2 Cor. 3,1-2).

Porque no quiere crear obstáculo alguno al Evangelio, Pablo contrasta su predicación con los Apóstoles de Jerusalén, para evitar correr en vano (Gal. 2,2). Se alegra de que Cristo sea anunciado, y eso aun en el caso de que algunos lleguen a hacerlo por rivalidad (Fil. 1,15-18).

Para no crear obstáculo alguno al Evangelio, Pablo se muestra desprendido incluso de su vida. En un pasaje memorable, mientras está en la cárcel y con posibilidad de ser ejecutado, muestra su deseo de «partir y estar con Cristo, lo cual, ciertamente, es con mucho lo mejor»; sin embargo, ante la posibilidad de trabajo fecundo a favor del Evangelio prefiere permanecer en este mundo, pues es más necesario para los suyos (Fil. 1,20-26)

Vitaminas Energizantes del Padre Benito Spoletini - Reflexion de Adviento

Encuentros Vitaminas energizantes n.8 - Reflexión

¿El corazón? ¡Un basurero nuclear!

El Adviento: tiempo propicio para “sanar” el corazón

A ¡No me gusta esperar!: y, a pesar de eso, Dios nos regala el Adviento: un tiempo para esperar… En un mundo frenético como el nuestro, se nos hace este regalo, para prepararnos a la venida de Cristo. Tiempo privilegiado para “un cara a cara” con lo que está oculto en nuestro corazón y condiciona nuestras relaciones con Dios y con la gente. Dios espera que pongamos ante él el fardo pesado de nuestros pecados para “sanar” el corazón, fuente de los males que nos aquejan. Por eso hemos escogido una “reflexión” evangélica en lugar de los habituales “testigos de vida”, confiando sea de verdadera sanación para muchos. Diagnóstico “evangélico” del corazón - Este diagnóstico detecta en el corazón humano catorce Isótopos radioactivos altamente contaminantes, capaces de generar enfermedades terminales, destrucción y muerte en las personas y en la sociedad. Ya lo advertía Jesús, y amonestaba acerca de sus imprevisibles reacciones en cadena, de no ponerles atajo, como lo registran puntual y crudamente los evangelios de Marcos (7, 20-23) y de Mateo (15,18-20).

Los enunciamos como aparecen en los Evangelios: Los malos pensamientos: el “mal pensar” pervierte de raíz todo acto humano y se transmite de forma incontrolable, como un río desbocado. La fornicación: cosificación de la persona, usada “sólo como un pedazo de carne”, sin amor...hace sospechosa hasta la misma inocencia.

Los robos: sustraerle al otro lo suyo, a veces lo poco que tiene, ganado a pulso, con sudor; y se le priva de bienes, de seguridad y confianza... Los homicidios: irradian la muerte, privan la vida que es todo lo que tenemos; la cadena comenzada por Caín no se ha interrumpido nunca…

El adulterio: destruye los vínculos más sagrados del amor. Al herir la fidelidad, destruye y contamina el matrimonio, la justicia, la familia.

La avaricia: sed desmedida del dinero, ídolo famélico: acumulado, inutilizado, y un sin fin de gente sin pan, sin trabajo, en la miseria.

La maldad: resume un estado de infección generalizada; el malvado vive por y para el mal...y se solidariza con todos los que hacen el mal...

El engaño: con sus segundas intenciones, apunta directamente contra Dios - ¿es que DIOS nos ve? -; y envenena las relaciones a todo nivel y carcome el tejido social donde mismo se gesta.

El desenfreno: el relajo, la deshonestidad, la disipación, lo queman todo en la hoguera de los sentidos. Al final, sólo cenizas y una infinita tristeza.

La envidia: isótopo radioactivo y contaminante como ninguno, cuya víctima fatal es quien la cultiva y no sólo quien es el objetivo de la misma.

La blasfemia: tomar de pecho a Dios, vicio inútil e improductivo... igual que escupir contra viento.

La soberbia: el soberbio se engaña a sí mismo, pues, al creerse único y necesario, se aísla. Dios se ríe de los soberbios, los humilla: caen en su misma trampa. Mientras tanto, siembran la historia de delitos sin fin…

La estupidez: el elemento radioactivo menos costoso y más ampliamente difundido en todos los estratos sociales, a lo largo y ancho del mundo y de la historia. Sujeto a una constante reacción en cadena, es altamente tóxico, pues sienta cátedra… La Biblia acota, casi con crueldad: ¡No hay un solo hombre que piense dentro de sí!....

Los falsos testimonios: recurso muy socorrido en el campo judicial, se ha vuelto normal en los juicios políticos. Destruye a personas e instituciones y perdió al mismo Jesús. Sólo Dios puede “sanar” el corazón humano. Son verdaderos deshechos nucleares - ¡y hay muchísimos más! - que no sólo contaminan, sino que, con su peligrosa radioactividad, en constante expansión, son muy difíciles de controlar y exigen una alerta permanente...

El profeta Jeremías, habitualmente pesimista, hace una afirmación desalentadora: “Nada más tortuoso que el corazón humano y no tiene arreglo” (Jer 17,9). Sólo Dios, que conoce y sondea ese abismo, puede descontaminarlo con su amor infinito, paciente y compasivo. De allí la súplica del Salmo: “Crea en mí un corazón puro” (Sal 50); Mientras tanto a todos se nos urge vivir en un estado de constante “vigilancia”, para prevenir cualquier desastre en las personas y de la sociedad. De ahí que aprovechemos el tiempo de ADVIENTO, para un cambio de vida, es decir: para la convers¡ón del corazón. (p. Benito)

DAME UN CORAZÓN NUEVO
Señor, quítame el corazón de piedra, quítame el corazón endurecido…, dame un corazón nuevo, un corazón de carne, un corazón puro. Tú que purificas los corazones y amas los corazones puros, toma posesión de mi corazón y habita en él; penétralo y cólmalo tú que eres mi bien supremo y más íntimo a mí que yo mismo. Tú, belleza ejemplar y sello de santidad, sella mi corazón con tu imagen; sella mi corazón con tu misericordia, tú, Dios de mi corazón, Dios, mi herencia eterna. Amén. Balduino de Canterbury Ref:

Este es..

... un espacio para peregrinar a través de las Cartas de San Pablo, un lugar para reflexionar, compartir, y disfrutar de La Palabra a través de su gesta como el Apóstol de las Gentes. Una oportunidad más para conocer a Pablo de Tarso, misionar con él y llevar la Palabra de Jesús Resucitado.