Un lugar para caminar con San Pablo... para llevar a Cristo a cada persona en cada paso... un espacio para peregrinar a través de las Cartas de San Pablo, un lugar para reflexionar, compartir, y disfrutar de La Palabra a través de su gesta como el Apóstol de las Gentes. Una oportunidad más para conocer a Pablo de Tarso, misionar con él y llevar la Palabra de Jesús Resucitado.

viernes, enero 21

Ruptura y Continuidad de San Pablo Apóstol de Carlos Mesters

2. Ruptura y continuidad

La primera impresión fue de ruptura. Se quebró todo: el ideal que alimentaba su vida, la observancia que tenía de la Ley: su esfuerzo por conquistar la justicia y llegar hasta Dios. En fin, todo lo que había aprendido y vivido desde pequeño. Se le desmoronó el mundo en el que vivía. Pero en el exacto momento de la ruptura, reapareció el rostro de Dios que le dirigía la palabra: “Saulo, Saulo, por qué me persigues?” (Hch 9,4). El Dios de ‘antes’ estaba con el ‘después’. ¡Dios, mayor que la ruptura, le dio la continuidad!

Allá en el camino de Damasco, de repente, sin esfuerzo alguno de su parte, Pablo recibió, gratis, aquello que todo su esfuerzo de 28 años no había conseguido alcanzar: la certeza de que Dios le acogía y le ‘justificaba’ (Rom 3,19-24). Dios le mostró su amor, cuando él, Pablo, era un “blasfemo, perseguidor e insolente” (1Tm 1,13; 1Cor 15,9; Gál 1,13; cf. Rom 5,7-8; 2Cor 5,19). La gracia fue mayor que el pecado (1Tm 1,14; Rom 5,20). ¡Esa experiencia de la bondad de Dios fue una luz tan fuerte que Pablo quedó ciego! Ella no cabía en la idea que él se hacía de Dios y provocó la ruptura. Ahora, Pablo, ya no consigue confiar en lo que él hace por Dios, sino en lo que Dios hace por él. Ya no coloca su seguridad en la observancia de la Ley, sino en el amor de Dios por él (Gál 2,20-21; Rom 3,21-26) ¡Gratuidad! Esta fue la marca de la experiencia de Pablo, en el camino de Damasco, que renovó por dentro toda su forma de relacionarse con Dios.

En adelante, aquella experiencia de la gratuidad del amor de Dios va a orientar la vida de Pablo y le va a sustentar en las crisis que llegarán. Ella es la nueva fuente de su espiritualidad, que hace brotar en su interior una ‘poderosa energía’ (Col 1,29); energía mucho más fuerte y mucho más exigente que su voluntad anterior de practicar la Ley y de conquistar la justificación. “Antes”, Pablo miraba hacia Dios, allá distante, y procuraba alcanzarlo a través de la observancia de la Ley de la tradición de los antiguos; pensaba sólo en sí mismo y en su propia justificación. “Ahora”, al sentirse acogido y justificado por Dios, ya podía olvidarse de sí y de su propia justificación para pensar sólo en los demás y servirles a través de la práctica del amor “que es la plenitud de la Ley” (Rom 13,10; Gál 5,14).

Así, dentro de la propia experiencia de ruptura, alumbró en Pablo la certeza de que el mismo Dios continuaba con él. Ocurrió la ruptura para que el propio Dios pudiese darle su continuidad “conforme a las escrituras” (1Cor 15,3; Hch 17,2-3; 18,28). La conversión a Cristo significó un cambio profundo en la vida de Pablo, pero no significó una mudanza o un cambio de Dios. Pablo continuó fiel a su Dios. Continuó también fiel a su pueblo. Al volverse cristiano no estaba dejando de ser judío. Al contrario. Se volvía más judío que antes. Pues fue la voluntad de ser fiel a las esperanzas de su pueblo lo que le llevó a aceptar a Jesús como Mesías. Reconoció en Jesús el ‘SI’ de Dios a las promesas hechas a su pueblo en el pasado (2Cor 1,20). Y así tendrá que ser siempre: la fidelidad al Evangelio debe llevar a una mayor fidelidad hacia nuestro pueblo.

3. La lenta maduración: “Es Cristo quien vive en mí”

Así, a los 28 años de edad, se inicia en Pablo un proceso de lenta maduración. La conversión se ahonda. Lucas narra tres veces cómo se dio la conversión repentina en el camino de Damasco (Hch 9,1-19; 22,4-16; 26,9-18). Pero no informa nada sobre la conversión prolongada que se extendió a los trece años de este segundo período. ¡Son trece años de silencio! Algunas frases del propio Pablo, sin embargo, permiten observar, aunque sea de lejos, algo de lo que él vivió durante todos aquellos años. Son como fotografías, conservadas en el álbum de las cartas. Vamos a mirar algunas de esas fotografías, las más lindas.

miércoles, enero 12

SEGUNDO PERÍODO El convertido fervoroso de Carlos Mesters, San Pablo Apóstol

SEGUNDO Período

El convertido fervoroso

De los 28, a los 41 años de edad

La Biblia nos da pocas informaciones directas sobre el segundo período de la vida de Pablo. Para la composición de este capítulo usamos sobre todo las informaciones indirectas que se transparentan en las entrelíneas de las cartas de Pablo. Son como ventanas abiertas. Dejan entrever algo de la riqueza de aquellos trece años de su vida.

1. La caída en el camino de Damasco

Pablo tenía 28 años de edad. Poseía poder y prestigio en nombre del Sanedrín, pues dirigía la persecución contra los cristianos. Pidió licencia para perseguirlos hasta Damasco de Siria, a más de 200 Km. de distancia (Hch 9,1-2; 26,9-12). ¡Siete días de viaje! Mientras iba hacia allá, de repente, aparece una luz, Pablo cae y oye una voz: “Saulo, Saulo, por qué me persigues? (Hch 9,4). Pablo estaba persiguiendo a la comunidad de los cristianos. Pero Jesús pregunta: “¿Por qué ‘me’ persigues?” ¡Jesús se identifica en la comunidad! Colocándose al lado del perseguido, desaprueba al perseguidor.

Pablo se parece al señor que subió al bus, pensando poder seguir en él hasta el final de su viaje. Pero de repente, el bus se paró y el conductor gritó: ‘¡Ultima parada, que baje todo el mundo!’ Era el punto final del bus, pero no del viaje de ese señor. Pablo tuvo que bajarse. Inesperadamente, se encontró solo, sin rumbo, perdido en medio del camino, cerca de Damasco.

La caída en el camino de Damasco fue lo que dividió las aguas. La vida de Pablo se divide en “antes” y “después” de este hecho. La entrada de Jesús no fue pacífica, sino una tempestad violenta. La Biblia usa algunas imágenes para describir lo que sucedió: dos de Lucas, para sugerir la semejanza entre Pablo y los profetas y dos del propio Pablo.

1. “Caída”. Dios no pidió permiso, entró sin más y lo derribó (Hch 9,4; 22,7; 26,14). Como “Jeremías”, Pablo podía decir: “Me sedujiste, Señor y me dejé seducir; me dominaste y me derribaste” (Jer 20,7). Caído en el suelo, él se entrega. El cazador fue alcanzado, ¡vencido por la caza! No hay caballo en la historia de la conversión de Pablo. Sólo hay una caída mucho más violenta que caer de un caballo.

2. Luego una luz lo envolvió (Hch 9,3). Como “Ezequiel”, Pablo cayó por tierra al ver la luz de la gloria de Yavé (Ez 1,27-28), luz tan fuerte que quedó ciego. Y ciego quedó tres días, sin comer ni beber (Hch 9,8-9). ¡Son los tres días de obscuridad y de muerte que anteceden a la resurrección! Se invirtieron los papeles. El líder tuvo que ser conducido por la mano de sus dirigidos (Hch 9,8). Pablo sólo empezó a ver cuando Ananías le impuso las manos y dijo: “¡Saulo, ‘hermano’ mío!” (Hch 9,18). Resucitó en el exacto momento en que fue acogido en la comunidad como “hermano” ¡Murió el perseguidor, resucitó el profeta!

3. “Aborto”: la imagen es del propio Pablo, que dice: “Por último, Jesús se apareció a mí, que soy un aborto” (1Cor 15,8). Su nacimiento para Cristo no fue normal. Dios lo hizo nacer de manera forzada. Pablo fue arrancado de dentro de su mundo, como se arranca a un niño del seno de su madre por medio de una operación.

4. “Fui alcanzado”. Esta imagen también es de Pablo. El dice: “Procuro alcanzar a Cristo, así como yo mismo fui alcanzado por El” (Flp 3,12). Es como si Dios estuviera detrás de Pablo con un lazo en la mano y, de repente, lo agarrara y lo derriba en el suelo.

Caída, ceguera, aborto, lazo. Estas imágenes hablan por sí mismas. Dejan transparentar algo de lo que Pablo vivió. Sugieren la ruptura que hubo. Revelan el fracaso del sistema en que vivía. ¡Apareció la “nada” de Pablo, de donde iba a nacer el “todo” de Dios! “Sin mí, ‘nada’ pueden hacer” (Jn 15,5) “Todo lo puedo en aquel que me fortalece” (Flp 4,13).

lunes, enero 3

El momento de la crisis: el testimonio de Esteban en San Pablo Apostol Trabajador del Evangelio de Carlos Mesters

5. El momento de la crisis: el testimonio de Esteban

Muy probablemente Esteban y Pablo fueron compañeros de estudio. Pero los caminos se separaron. Esteban entró en la nueva comunidad de los cristianos, creada hacía tres o cuatro años. Pablo estaba contra ella. El conflicto entre los dos fue violento.

En su discurso ante el Sanedrín (congreso: Hch 6,12), Esteban interpretó la historia de Moisés como espejo de la historia de Jesús (Hch 7,1-50). Miraba a Moisés y, aparentemente, hablaba de él. En realidad estaba pensando en Jesús y hablaba de él. Para Esteban, condenar a Jesús era lo mismo que condenar a Moisés. Al final del discurso, dejó de lado el espejo y habló claro. Acusó a los judíos de ceguera y sordera ante la Palabra de Dios manifestada en Jesús (Hch 7,51-53). La reacción fue violenta: agarraron a Esteban y lo mataron a pedradas (Hch 7,54-60). Pablo estaba presente como testigo (Hch 7,58), y aprobaba la muerte de Esteban (Hch 8,11) ¿Qué pasó con Pablo en aquel momento dramático? No lo sabemos. Pero los hechos que vinieron después nos permiten hacer la siguiente interpretación.

Esteban, que estaba muriendo, de repente exclama: “¡Señor, no los condenes por este pecado!” (Hch 7,60) y más aún: “Estoy viendo el cielo abierto, y al Hijo del Hombre, de pie, a la derecha de Dios!” (Hch 7,56). En este testimonio se transparentan dos evidencias:

1. Esteban ve el cielo abierto. Es decir, él está siendo acogido por Dios; está en el lugar en el que Dios le quiere. ¡El es ‘justo’! En el momento de morir, Esteban estaba en posesión de la justicia-santidad que Pablo no consiguió alcanzar, a pesar de todo su esfuerzo por observar la Ley. ¡Y Esteban consiguió la justicia-santidad, sin observar la Ley!

2. Esteban ve a Jesús a la derecha de Dios. Es decir, Dios acoge a Jesús, el mismo Jesús que había sido condenado como blasfemo por el tribunal que ahora estaba condenando a Esteban (Mt 26,65). Entonces, al acoger a Jesús, Dios condenaba al tribunal; condenaba al propio Pablo.

Según este testimonio, una cosa es evidente: el ideal de la observancia ya no podía ser el verdadero camino. A través de su manera sencilla de vivir y morir, sin decir ninguna palabra, Esteban estaba gritando en el oído de Pablo: ‘¡Todo lo que tú viviste hasta hoy, ya no es camino para conducirte a la justicia, hasta Dios, pues yo recibí la justicia, sin observar la Ley!’ ¿Quién tenía razón, Esteban o Pablo? Esteban era solo uno. Junto a Pablo estaba la multitud del pueblo judío; estaba la tradición de más de mil años; estaban las autoridades todas: sacerdotes y doctores. En esta balanza, el peso estaba a favor de Pablo. ¡Su camino era el camino verdadero! El de Esteban, el de los cristianos, debía ser el camino equivocado. Por eso, Pablo aprobó la muerte y empezó a perseguir a los cristianos. Pensaba que estaba prestando un servicio a Dios en defensa de las “tradiciones paternas” (Gál 1,13-14).

¡Pero Esteban “dio su sangre’! Y cuando alguien da su sangre, entra con todo lo que tiene. ¡Así es hasta hoy! Pablo buscaba acallar la voz de Esteban y de los cristianos. ¡Quién sabe, tal vez quisiera callar la voz de su propia conciencia ! Al perseguir a los cristianos, Pablo estaba huyendo de sí mismo y de Dios. Hasta que Dios le dio alcance y lo derribó en el camino de Damasco. Allí fue donde se acabó la fuente de la que Pablo sacaba agua para beber. Fue allí donde el testimonio de Esteban llegó a dar resultado.

Este es..

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