Un lugar para caminar con San Pablo... para llevar a Cristo a cada persona en cada paso... un espacio para peregrinar a través de las Cartas de San Pablo, un lugar para reflexionar, compartir, y disfrutar de La Palabra a través de su gesta como el Apóstol de las Gentes. Una oportunidad más para conocer a Pablo de Tarso, misionar con él y llevar la Palabra de Jesús Resucitado.

sábado, octubre 25

III CONFERENCIA SOBRE SAN PABLO: CRISTO Y LA SALVACION (TERCERA PARTE)

La carta a los Filipenses

En la carta a los Filipenses, Pablo incorpora un himno cuya intensión es para que “tengan unos con otros lo mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús.” La invitación es para que todos tengamos las actitudes de humildad y ternura unos con otros, para evitar las divisiones y las discordias, después de decir esto continúa el himno, donde Cristo es el ejemplo.

El, siendo de condición divina, no reivindicó, en los hechos, la igualdad con Dios…..ver Filipenses 2, 6-11

Los temas que aparecen en el texto son: la preexistencia de Cristo, (ya vista en Juan), la humillación en la encarnación, la glorificación de Cristo, la adoración del universo y el nuevo título Cristo Jesús es el Señor.

Los cristianos que entonaron este himno emplearon una visión cosmológica que viene de la influencia griega de aquel entonces, donde dividen el universo; cielo, tierra, bajo la tierra o en los abismos. El autor desea presentar una cristología, un Cristo cosmocrator, rey del universo, donde todo está bajo Él, los cielos, la tierra y los abismos; la preexistencia, la encarnación, la exaltación y el homenaje a Cristo Jesús, rey del cosmos, del universo. (Schillebeeckx, Christ, the experience of Jesus as Lord; 169)

Jesús toma la forma de hombre, despojándose de su divinidad. Se humilló, se hace obediente hasta la muerte; esta obediencia escatológica, hace que libremente se someta a la muerte y ésta rompe el poder de la muerte para la liberación o salvación del ser humano. Esta muerte y muerte en “cruz” es para Pablo símbolo de gloria y no de vergüenza. Jesús muere y muere en la cruz, no sólo se despoja de su condición divina, sino que acepta en obediencia al Padre la muerte en cruz.

Este himno nos remite a Isaías 45, 22-23, donde invita a todas las naciones a doblar la rodilla y que toda lengua proclame un homenaje a Yahvé. Este texto nos deja ver claramente que Jesús el Cristo es el Señor de toda la creación, aún siendo humano y víctima de la opresión.

Jesús es el regalo escatológico, que existió desde el principio. Su grandeza estriba en haber aceptado la humildad de ser hombre, despojándose de todo. Por eso Dios lo exaltó, lo engrandeció concediéndole el Nombre sobre todo nombre, Jesús es el Señor.

Con este gesto Dios demuestra su amor a la humanidad; todos los seres, del cielo, de la tierra, y de los abismos doblan la rodilla ante la figura de este hombre humilde que desde una visión cósmica es el hijo del hombre y no un ángel. Es decir, Jesús que como hombre está debajo de los ángeles, es exaltado por Dios sobre los ángeles, por su humildad y obediencia.

Lo que se ve en Isaías es transferido a Cristo; el mundo entero, los poderes de arriba y de debajo de la tierra, deben dar homenaje al nuevo rey del universo. Este nuevo rey es Jesús el Cristo, el hombre que compartió su destino humano en solidaridad con nosotros. Esta universalidad es cósmica, todo en el universo dobla su rodilla ante Él. Se convierte en el cosmocrator, en el Cristo cósmico, centro del universo.

Por: Dra. Irma Hernández Torres

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