Un lugar para caminar con San Pablo... para llevar a Cristo a cada persona en cada paso... un espacio para peregrinar a través de las Cartas de San Pablo, un lugar para reflexionar, compartir, y disfrutar de La Palabra a través de su gesta como el Apóstol de las Gentes. Una oportunidad más para conocer a Pablo de Tarso, misionar con él y llevar la Palabra de Jesús Resucitado.

lunes, febrero 9

Pablo, apóstol itinerante



Pablo se va Jerusalén

Podemos estar seguros de que Pablo no dudaba un ápice de que todo lo que hacía por Cristo estaba aprobado por éste, y que su doctrina era rectísima; pero como el mismo Pablo nos indica (Hch 24, 16), hay que obrar bien ante Dios y los hombres. Por eso buscó el espaldarazo de su misión y doctrina de parte de San Pedro, el primado de la Iglesia, y del jefe de la comunidad de Jerusalén, Santiago. Y allí se fue. Como irá después por el mismo motivo al Concilio de Jerusalén (Hch 15). ¡Y qué gran disgusto se llevó al observar el recelo con que todos le miraban al principio! No es extrañar tal actitud, pues, aparentemente, nada sabían de su conversión en Damasco. Por otra parte, ¡les había perseguido tanto! Todo se aclaró cuando Bernabé lo presentó a los Apóstoles y garantizó su conversión (Hch 9, 27).

Sin perder tiempo, se puso a predicar con tanto ardor a favor de Jesús que los helenistas, es decir, los judíos que hablaban el griego, le amenazaron a muerte – muerte que Pablo evitó huyendo a Tarso (Hch 9, 29-30). ¡Otro gran peligro esquivado!

Vuelto a Antioquía, Pablo, que para entonces ya se había ganado la plena confianza de la comunidad cristiana de la Ciudad, fue escogido, con Bernabé, para llevar a los cristianos pobres de Judea las limosnas que se habían recogido entre sus discípulos. (Hch 11, 22-30).

Fue en Antioquía donde los discípulos de Jesús recibieron por primera vez el nombre de cristianos; y fue así mismo la comunidad de Antioquía la primera que pasó de ser evangelizada a evangelizadora. Previa imposición de las manos, enviaron a Pablo y Bernabé a la gran misión a la que Dios les tenía destinados. Fue un mandato expreso del Espíritu Santo (Hch 13, 2-3), probablemente comunicado a algunos de los profetas que allí había.

Pablo recorre medio mundo helénico y romano

Y aquí comienza el gran periplo apostólico de Pablo que le llevará a anunciar la Buena Nueva, en tres memorables viajes, a docenas de ciudades, en las que funda otras tantas comunidades cristianas.

Los viajes apostólicos de San Pablo se suceden casi ininterrumpidamente entre los años 44-49 (primer viaje), 50-52, el segundo; y 53-58, el tercero. (El cuarto, a Roma, fue como preso).

Partiendo de Antioquía de Asiria en su primer viaje, Pablo y Bernabé, acompañados de Juan Marcos, visitan, entre otras, a las comunidades judías de las ciudades de Pafos (en Chipre), Perge, Antioquía de Pisidia, Listra y Derbe, recalando en Antioquía de Siria, de la cual habían salido. El incidente más notable de este viaje fue la conversión de Sergio Paulo, procónsul de Chipre, a la se oponía un tal Elimas, mago, a quien Pablo no dudó en llamar “hijo del Diablo”, y a quien castigó con ceguera temporal (Hch 13, 10).

Para su segundo viaje, Pablo escogió por compañeros a Silvano, ciudadano romano, y a Timoteo, que actuará como su secretario, a los que, en Troas, se les unió Lucas, médico de profesión, y fiel cronista de Pablo desde aquel momento en adelante. Tres episodios notables tuvieron lugar en este segundo viaje: el injusto encarcelamiento de Pablo y Silas, su milagrosa liberación, y el bautismo del carcelero y de toda su familia (Hch 16, 16-40).

Partiendo de Cesarea y pasando por Antioquía de Siria, Pablo y equipo visitaron algunas de las comunidades fundadas en su primer viaje. Instruido en sueños, se fue a evangelizar a los macedonios. De allí partió para Atenas, en cuyo aerópago Pablo sufrió una gran decepción al querer valerse de su elocuencia y conocimientos paganos para convertir a los estoicos y epicúreos (Hch 17, 16 ss). De Atenas, pasó a Corinto, donde sí alcanzó resonantes triunfos apostólicos.

Entre los años 53 y 58, y partiendo de Antioquía de Siria, Pablo y equipo emprendieron su tercer viaje, durante el cual visitaron las comunidades de Galacia y Frigia, y se detuvieron tres años en Éfeso. El éxito fue tal aquí que el platero Demetrio, al comprobar que ya no se vendían las imágenes de la diosa Artemisa como antes, logró expulsar a Pablo de su ciudad (Hch 20 ss). Volviendo a Macedonia, Pablo terminó este viaje en Jerusalén, donde sus enemigos le entregaron a las autoridades romanas. Creyéndose inocente, Pablo exigió ser juzgado en Roma (Hch 25, 10). Y allá lo condujeron en compañía de Lucas y otros. Dejado en libertad a los dos años, es más que probable que visitó España, como deseaba desde hacía años (Rom 15, 24).

Durante el tercer viaje fue cuando Pablo resucitó al joven Eutico en Troas (Hch 20, 7 ss)

Lo que Pablo tuvo que sufrir durante tanta correría, nos lo explica él mismo en 2 Corintios11, 23-30:

En cualquier cosa que alguien presumiere—es una locura lo que voy a decir — también presumo yo. Más en trabajos, más en cárceles, muchísimo más en azotes; en peligros de muerte, muchas veces. Cinco veces recibí de los judíos cuarenta azotes menos uno. Tres veces fui azotado con varas; una vez apedreado; tres veces naufragué; una noche y un día pasé en el abismo. Viajes frecuentes; peligros en ríos; peligros de salteadores; peligros de mi raza; peligros de los gentiles; peligros en ciudad; peligros en despoblado. Peligros por mar; peligros entre falsos hermanos; trabajo y fatiga; noches sin dormir; muchas veces hambre y sed; muchos días sin comer; frío y desnudez…

¡Valiente Pablo!



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