Un lugar para caminar con San Pablo... para llevar a Cristo a cada persona en cada paso... un espacio para peregrinar a través de las Cartas de San Pablo, un lugar para reflexionar, compartir, y disfrutar de La Palabra a través de su gesta como el Apóstol de las Gentes. Una oportunidad más para conocer a Pablo de Tarso, misionar con él y llevar la Palabra de Jesús Resucitado.

lunes, febrero 16

Pablo, el apóstol

En mi primer artículo de esta corta serie, intenté hacer una semblanza de San Pablo de Tarso como hombre cabal, extraordinario en todos sus matices, menos en lo físico de la persona, de lo cual culpé a los corintios y a los pintores. En éste, intento presentar al gran Santo como el Apóstol ejemplar, que todos podemos y debemos imitar.

Quiénes y qué son los apóstoles cristianos

La palabra apóstol no se encuentra en los libros del Antiguo Testamento; su cometido era desempeñado por los profetas. En el Nuevo Testamento la palabra aparece unas 35 veces. Por cuanto hay muchas clases de apóstoles: apóstol de la caridad, de los leprosos, de la buena prensa, de los derechos civiles, de los derechos de la mujer, etc., conviene tener una idea exacta del concepto apóstol cristiano.

Podemos definir al apóstol cristiano como una persona que acepta libremente la llamada de Dios y/o de su Iglesia para dar a conocer su voluntad y su doctrina.

Entendido de este modo, nadie puede proclamarse a sí mismo apóstol por su cuenta y riesgo. Así como nadie tiene derecho a ser sacerdote (Heb 5: 4), tampoco tiene derecho a proclamarse y actuar como apóstol cristiano sin ser previamente llamado enviado. Una consecuencia de esto es que el apóstol cristiano no ha de exponer sus ideas doctrinales y morales, sino la doctrina y mensaje de Cristo tal como los entiende la Iglesia que lo envió. Si obra contrariamente a esta grave exigencia, automáticamente deja de ser apóstol de Cristo. Además, el apóstol ha de trabajar no dónde a él se le antoje, sino donde sus superiores le manden.

Los principales apóstoles de la Iglesia hoy son el papa, los obispos, los sacerdotes y los maestros, profesores de religión y ciencias asociadas.

Pablo de Tarso, el gran apóstol

En la vida de Pablo de Tarso hay dos momentos clave: antes y después de su conversión. No sabemos exactamente la edad que tendría Saulo (su nombre gentil); se dice que unos 30 cuando al dirigirse lleno de ira a Damasco en busca de víctimas de su odio anticristiano, Dios le hace una magnífica jugada: en un tris, le convierte de cruel perseguidor de los discípulos de Cristo en un ardiente y magnífico apóstol (He 9: 1-19). A tal episodio se refiere Pablo en su Carta a los Gálatas (1:15 ss).

Cabe preguntarse por qué le hizo Dios tan extraordinario regalo, cuando, muy posiblemente, había otras muchas personas para elegir entre los ya convertidos. Tres razones se me ocurren: El carácter ardiente e indomable de Pablo; un premio a su actuación con buena intención y voluntad (recordemos que Cristo había profetizado que llegaría un tiempo en que se mataría a sus discípulos en la creencia de que se hacía un servicio a Dios (Jn 16: 2). Y la lección que suponía su conversión para sus congéneres judíos. ¡Si el fervoroso fariseo se había convertido, por algo será!

Al ser derribado de su caballo, y quedar ciego, Pablo se rinde totalmente a la voluntad de su, hasta entonces odiado Cristo, quien, en vez de darle órdenes personalmente (notemos bien esto todos los que estamos en el apostolado), le manda a Damasco, donde se le diría lo que tenía que hacer. Probablemente, Ananías, el discípulo aludido, sería el responsable de la comunidad cristiana local (He 9: 10).

Tras recobrar la vista y tomar alimento (que no había probado en tres días), el profundamente convertido y ya bien enseñado Saulo por el mismo Jesús (Gál, 1: 2) recibe el bautismo y aparentemente, de inmediato se lanza con todo ardor a predicar que, el antes odiado Jesús de Nazaret, era (es) verdaderamente el Hijo de Dios. Naturalmente, tanto en el campo cristiano como en el judío hubo un gran revuelo. Nadie se explicaba el cambio operado en Saulo, “quien se crecía y confundía a los judíos que vivían en Damasco, demostrándoles que aquél [Jesús] era el Cristo (He 9: 22).

Esto duró unos tres años, al cabo de los cuales, viendo los judíos de la sinagoga de Damasco que no podían ni con Pablo ni con su ardorosa y sabia predicación, resolvieron matarle. Pero aún no era la hora y Pablo pudo alejarse de la ciudad al descolgarle por la muralla en una espuerta los cristianos de la ciudad. La estricta vigilancia que de día y de noche habían montado los judíos para que él no se les escapara de las manos – de seguro que con la complejidad de las autoridades paganas –, fue hábilmente burlada por Pablo y sus amigos (vv23-25). Fue el primer gran peligro, cientos de otros le seguirían (2 Cor 11: 23-26), que también superaría.


P. José Pascual Benabarre Vigo
benigno_benabarre@yahoo.com
Para El Visitante: Semanario Católico de Puerto Rico

Agradecemos a El Visitante por su ayuda y su constante apoyo en la misión de llevar la palabra y en celebrar con nosotros el Año Paulinos. ¡Gracias!

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