Un lugar para caminar con San Pablo... para llevar a Cristo a cada persona en cada paso... un espacio para peregrinar a través de las Cartas de San Pablo, un lugar para reflexionar, compartir, y disfrutar de La Palabra a través de su gesta como el Apóstol de las Gentes. Una oportunidad más para conocer a Pablo de Tarso, misionar con él y llevar la Palabra de Jesús Resucitado.

lunes, junio 15

Evitando un Encuentro con San Pablo (Parte III-Tomando el Toro por los Cuernos)

La Iglesia nos invita a leer la biografía de los santos. Con ello pretende enseñarnos que es posible vivir por el Amor. De esta forma, los santos se convierten en nuestros mejores compañeros cuando decidimos emprender el camino cristiano.

Ahora bien, todo biógrafo corre el riesgo de mutilar la historia personal de cualquier santo. No digo que sea un acto intencional. Se trata de una mutilación que se fundamenta en una buena intención. El resultado final, sin embargo, es inevitable. Porque en el proceso de destacar la vida de un ser humano, por regla general, se comete el error de enfatizar sus aciertos y esconder sus desaciertos. Luis Espinal, por tal razón, oraba a Jesús en sus Oraciones a Quemarropa diciendo: “Nos pareces demasiado adusto en tus santos; te preferimos a Ti, con una cruz caliente de sangre y Amor. … Jesucristo, tal vez nos sobre presunción, pero nos asquean ciertas palabras: ‘perfección’, ‘virtudes’, ‘santidad’. Palabras de autopsia, estructuras que ocultan la vida, Tu vida. Líbranos del riesgo de volverte a desencarnar.”

Me pregunto, por lo tanto, si San Pablo no habrá sido otra víctima de una mutilación biográfica. La respuesta es obvia. Después de todo, Pablo de Tarso era tan humano como nosotros. Un hombre con defectos y virtudes, logros y fracasos, avances y retrocesos. ¿No ocurre lo mismo con San Pedro? Todos conocemos al San Pedro de los Evangelios. Todos sabemos de sus contradicciones y tropiezos. Cuando Jesús lo invita a caminar sobre las aguas, Pedro se hunde. Jesús le llama "hombre de poca fe". Cuando Jesús habla de la misericordia, Pedro intenta limitar el número de veces que hay que perdonar. Jesús le contesta: "No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete”. Cuando el Maestro lava los pies a sus discípulos, Pedro se niega a participar. A renglón seguido Jesús le dice: "Si no te lavo, no tienes parte conmigo". Cuando Jesús habla del Mandamiento del Amor, Pedro interviene y confiesa a Jesús que estaría dispuesto a dar la vida por él. Jesús le contesta: "¿Que darás tu vida por mí? En verdad te digo: no cantará el gallo antes que tú me hayas negado tres veces". Jesús, sin embargo, llama a Pedro para decirle: "Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia".

Lo dicho hasta ahora me sirve de preámbulo para entrar a la parte final de la Carta de los Efesios. Allí San Pablo recurre a dos planteamientos que provocan cierto rechazo entre sus lectores.

El primer planteamiento es uno que provoca una sonrisa de satisfacción entre los caballeros de mi parroquia y, al mismo tiempo, dibuja un rostro serio entre las damas. ¿A cuál planteamiento me refiero? Aquel en que San Pablo señala que las mujeres tienen que estar sometidas a sus maridos en todo. (Efesios 5, 24).

Ante este tipo de expresión, se puede recurrir a una evasión del tema alegando que San Pablo nunca escribió esa carta. Luis Alonso Schokel, por ejemplo, señala que los estudiosos de las cartas paulinas han llegado a la conclusión que la misma fue escrita por un discípulo de San Pablo. ¿No es ese señalamiento de Schokel un acto solapado de mutilación en torno a la vida de San Pablo? Es obvio, que San Pablo era hijo de su época y de su raza. Por lo que, no debe extrañarnos su posición en torno a la relación matrimonial. Pienso, sin embargo, que esa postura no lo priva de su grandeza como Apóstol de los Gentiles.

Ahora bien, no debemos pasar por alto el mensaje que San Pablo da a los hombres en el mismo capítulo. Allí San Pablo señala: “Así tienen los maridos que amar a sus mujeres, como a su cuerpo. Quien ama a su mujer se ama a sí; nadie ha odiado nunca su cuerpo, antes lo alimenta y cuida, como Cristo a la Iglesia, ya que somos miembros de su cuerpo. Por eso abandonará el hombre a su padre y su madre, se pegará a su mujer, y serán los dos una sola carne. (Efesios 5, 28-30) En una sociedad en que la violencia doméstica es un problema serio, este texto de San Pablo sugiere un cambio de perspectiva para romper definitivamente con los esquemas machistas.

El segundo planteamiento que hace San Pablo al final de la Carta a los Efesios es en tono a la esclavitud. (Efesios 6, 1-9) Aunque San Pablo no refrenda la esclavitud directamente, pide a los esclavos que obedezcan a sus amos. Es lógico pensar que los primeros discípulos de Jesús no estaban interesados en promover un cambio político radical en las nuevas comunidades cristianas. Esa lógica, sin embargo, no es suficiente para lograr que la figura de San Pablo quede inmaculada. Y, después de todo, no es eso lo que pretendemos con estos ensayos.

El planteamiento en torno a la esclavitud que hace San Pablo nos da una gran lección. Me refiero a que, por momentos, los navegantes de la Barca de la Iglesia pierden el rumbo. Quizás porque no pueden mirar las estrellas. Quizás porque los ha sorprendido una tempestad. ¿Un recordatorio de nuestra pobreza? Y en esos momentos de tormenta y obscuridad aparece el Maestro para calmar la tempestad y fijar nuevamente el rumbo. (CF. Mateo 8, 25-26)

Por lo que al concluir esta Carta a los Efesios veo a San Pablo vestido con la armadura de Dios (Efesios 6, 11) y, al mismo tiempo, me percato de su fibra humana. Es desde esa fibra humana que los santos se hacen santos. Después de todo, Dios, “ha elegido a los débiles del mundo para humillar a los fuertes, los plebeyos y despreciados del mundo ha elegido Dios, a los que nada son, para anular a los que son algo”. (1 Corintios 1, 27-28)

En la próxima ocasión empezaré a revisar la Carta a los Romanos.


Por: Lic. Manuel Izquierdo

Abogado y Colaborador Paulino

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