Un lugar para caminar con San Pablo... para llevar a Cristo a cada persona en cada paso... un espacio para peregrinar a través de las Cartas de San Pablo, un lugar para reflexionar, compartir, y disfrutar de La Palabra a través de su gesta como el Apóstol de las Gentes. Una oportunidad más para conocer a Pablo de Tarso, misionar con él y llevar la Palabra de Jesús Resucitado.

jueves, junio 4

Evitando un encuentro con San Pablo

Confieso que San Pablo no es mi santo favorito. Leo los textos de sus cartas y me pregunto: ¿por qué San Pablo sigue cautivando a sus lectores? Tengo otras confesión que hacer. Soy alérgico a la teología. Y no hay duda que las cartas de San Pablo están cargadas del típico debate teológico. Por eso, quizás he intentado alejarme instintivamente de las cartas paulinas.

Quiero, sin embargo, pensar que con las cartas de San Pablo nos ocurre lo mismo que con los Salmos. Me explico. Al recitarlos por primera vez parece que nos movemos por un callejón sin salida. Ahora bien, con el tiempo nos vamos dando cuenta que Cristo se nos hace presente en los salmos recitados. Se nos hace presente como lo hizo ante sus discípulos en el camino hacia Emaús. Se nos hace presente como lo hizo ante Saulo rumbo a Damasco.

Regreso, pues, a las Cartas de San Pablo. Quizás esta vez, mi lectura descubra algo omitido en el pasado.

Reviso los primeros capítulos de la Carta a los Efesios. ¿Por qué la Carta a los Efesios? Un simple capricho. Empiezo a leer. Inmediatamente, San Pablo hace una revelación contundente. “En Cristo, Dios nos eligió desde antes de la creación del mundo, para andar en el Amor y estar en su presencia….”. (1,4) Es obvio que San Pablo ha tenido una experiencia fuerte del Amor de Dios. Rumbo a Damasco, movido por el odio y la violencia, cayó al suelo. Una Luz le cambió el rumbo. Se me antoja pensar, de manera preliminar, que las cartas paulinas quizás son un mapa que nos lleva al encuentro del “gran tesoro” del cual nos hablan los Evangelios. Un mapa que nos marca un nuevo camino.

Regreso a la Carta a los Efesios. “…Dios, que es rico en misericordia, nos manifestó su inmenso Amor, y a los que estábamos muertos por nuestras faltas, nos dio vida con Cristo.” (2,4-5). No hay duda que San Pablo ha logrado identificar el latido del corazón de Dios en la historia de la humanidad. Y de ese latido sólo emana un sonido de Amor. Sus cartas, repito, comienzan a convertirse en un mapa detallado que indica un camino.

Leo otros párrafos de la Carta a los Efesios. San Pablo retoma su exposición en torno al tema de los gentiles en la Iglesia . ¿Otro tratado de teología?

De forma repentina, sin embargo, San Pablo abandona dicha exposición. Se detiene para hacer una hermosa Oración al Padre. “Que él se digne, según la riqueza de su Gloria, fortalecer en ustedes, por su Espíritu, el hombre interior. Que Cristo habite en sus corazones por la fe. Que estén enraizados y cimentados en el Amor. Que sean capaces de comprender, con todos los creyentes, la anchura, la longitud, la altura y la profundidad, en una palabra, que conozcan más allá del conocimiento, que es el Amor de Cristo. Y, en fin, que queden colmados hasta recibir toda la plenitud de Dios” (3, 16-19).

El Amor vuelve a ser el eje de este texto. Hay, sin embargo, una ingrediente adicional. Me llama la atención la palabra “plenitud”. Amor y plenitud. Dos palabras que quizás me dan la clave de lo que estoy buscando. Lo resumo de la siguiente forma: En el Amor, el ser humano alcanza toda su plenitud. En otras palabras, vivir sin Amor es una pérdida de tiempo.

Aquí termino mis primeras reflexiones de este encuentro con San Pablo que he querido evitar por tanto tiempo. No quiero cantar victoria. Me quedan muchas cartas por leer.


Por: Lic. Manuel Izquierdo Encarnación
Colaborador y Vecino de Paulinas en Puerto Rico

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